miércoles, 23 de abril de 2008

INTRODUCCIÓN

Vicente de Paúl es uno de los santos que más ha sido biografiado, aproximadamente unas 1500 veces, sin embargo existen tan sólo cuatro biografías de rigor profesional, una por cada siglo que nos separa de la fecha de su nacimiento. Tales biografías son las siguientes:
1. La vie du vénérable serviteur de Dieu vincent de Paul, instituteur et premier supérieur général de la Congrégation de la Mission, de Monseñor Luis Abelly, en 1664. Abelly fue obispo, escritor, así como íntimo y viejo amigo de Vicente de Paúl, por lo que contó con un gran acervo documental y con la experiencia que la amistad con el santo le brindó.
2. La vie de Saint Vincent de Paul, instituteur de la Congrégation de la Mission et des Filles de la Charité, por Pedro Collet, sacerdote de la Congregación de la Misión y teólogo distinguido, escrita en 1748. Dicha obra sigue la de Abelly, pero cuenta con notas críticas y los documentos que el proceso de beatificación y canonización arrojó.
3. Saint Vincent de Paul. Sa vie, son temps, ses oeuvres, son influence, del canónigo de Poitiers Ulises Maynard, redactada en 1860 por mandato del superior general de la Congregación de la Misión, P. Juan Bautista Étienne, quien pusó a disposición del autor los archivos de San Lázaro.
4. Le grand saint du grand siècle. Monsieur Vincent, de Pedro Coste, sacerdote de la Misión, escrita en 1932. El padre Coste era archivero y seretario general de la Congregación de la Misión y contaba en su haber con la obra completa de Vicente de Paúl, por lo que conocía muy bien la espiritualidad del santo.

Por su parte, las biografías españolas suelen ser casi en su mayoría traducciones o adaptaciones de obras francesas. No obstante, cabe destacar dos:
1. Vida del venerable siervo de Dios Vicente de Paúl, de Fr. Juan del Santísimo Sacramento, escrita en 1701. Tal obra es una traducción al castellano de una obra italiana, la del oratoriano Domenico Acami (Roma 1677), que, a su vez, era la traducción de un compendio francés de la biografía de Abelly.
2. San Vicente de Paúl. Biografía y selección de escritos, cuyos autores son los PP. José Herrera y Veremundo Pardo. Está obra data de 1950.

Finalmente, puede ofrecerse un esquema general, a modo de cuadro sintético, sobre la vida de Vicente de Paúl:
1. Infancia y adolescencia (1581-1600). Edad sin actuación histórica.
2. Juventud (1601-1617). Edad de aprendizaje e información, de su proyecto vital a través de un proceso de conversión.
3. Primera madurez (1618-1633). Edad de gestación, en la que va creando los instrumentos que harán posible el programa que considera como obra de su vida, en la lucha con las fuerzas que se oponen a él desde su instalación en los centros de poder.
4. Segunda madurez (1634-1653). Edad de predominio o gestión, en las que realizará las grandes obras que señalarán su paso por la historia de la Iglesia y del mundo.
5. Ancianidad (1653-1660). Vicente, al margen ya – y por encima- de las luchas cotidianas, se afana por legar a las generaciones siguientes los frutos de su experiencia vital e histórica.
A continuación se ofrece un índice
que requiere la descarga de todos y cada uno
de los capítulos de esta obra
y que fue diseñada para office 2007

CAPÍTULO I, Una infancia campesina



NACIMIENTO: UNA FECHA DISCUTIDA

Los problemas acerca de la infancia de Vicente de Paúl comienzan con la fecha misma de su nacimiento. Por un lado, se encuentra la tesis de Luis Abelly, su primer biógrafo, que pone como fecha de nacimiento el 24 de abril de 1576, martes de Pascua. A esta tesis se han unido la mayoría de biógrafos, hasta que en 1922, el P. Pedro Coste pública una investigación titulada: La verdadera fecha del nacimiento de San Vicente de Paúl. En dicha investigación Coste argumenta sencilla, pero sólida y convincentemente que la fecha correcta es 1581, ya que el mismo San Vicente así lo afirma en doce testimonios espaciados a lo largo de treinta años.

TIERRA Y PATRIA DE VICENTE

Otra polémica ha surgido con respecto al lugar de origen de San Vicente, si bien, prácticamente, todos los biógrafos del santo concuerdan en que éste es francés, natural de Pouy, un pueblecito cercano a Dax, en el sur de Francia. Es hasta fines del siglo XIX que, se dio publicidad en España a la tesis de que Vicente de Paúl era español, nacido en Tamarite de Litera, provincia de Huesca. Dicha tesis pretendía fundarse en antiguas tradiciones locales y en la abundancia de los apellidos Paúl y Moras en el Alto Aragón. Los principales promotores de esta tesis fueron los catedráticos: B. Felíu y Pérez, y A. Hernández y Fajarnés. Cabe señalar que, el primer biógrafo español de San Vicente de Paúl, fray Juan del Santísimo Sacramento, ya mencionaba la posibilidad de un origen español en la familia de San Vicente. No obstante, tal tesis de la supuesta españolidad de San Vicente no ha tenido mayor fuerza y prevalece la de su origen francés.


LA FAMILIA DE VICENTE

La familia de San Vicente era una sólida y patriarcal familia campesina, que si bien, como tal ocupaban los escalones más bajos de la sociedad estamental, eran campesinos libres, no simples braceros; ni siquiera arrendatarios o colonos, sino pequeños propietarios, poseedores de algunos pedazos de tierra, de bosque y de sembradura, con casa, granja y variedad de animales domésticos: ovejas, bueyes, vacas y cerdos.


Los miembros que integraban la familia de san Vicente eran ocho, de los que él ocupaba el tercer lugar:

Mamá: Beltrana Moras

Papá: Juan de Paúl

Hermanos:

1. Juan

2. Bernardo

3. Vicente (hablamos del mismo San Vicente de Paúl)

4. Domingo

5. María

6. María


ALGUNOS DETALLES SOBRE VICENTE

Se cuentan algunas historias en torno a la posible santidad de Vicente, ya desde su infancia, algunas de ellas refieren que:

  • Cuando iba hacia el molino, abría el saco de harina y repartía puñados de ella a los pobres que encontraba en el camino.
  • Otras veces les daba del pan contenido en su morral de pastor.
  • Una vez entrego treinta sueldos a un mendigo que le pareció especialmente necesitado.

La veracidad de estas historias puede ser cuestionada, pero lo que si es innegable es que, Vicente destacaba entre sus hermanos por un espíritu despierto y vivo, así como por su inteligencia.

CAPITULO II.- La esperanzada Adolescencia.





PARIS BIEN VALE UNA MISA

Entre los años 1593-1595 hay una especie de simpatía secreta en lo que es la marcha histórica de Francia y el trayecto vital de Vicente de Paúl. Observemos el contexto:
  • En 1593, tras la guerra del protestantismo y catolicismo en Francia, gracias a la conversión al catolicismo de Enrique IV se logra la restauración de Francia.
  • En 1594, Enrique IV era consagrado en Chartres como todos los reyes cristianos, y antes de un mes hacía su entrada triunfal a París.
  • En 1595, el Papa Clemente VIII, le concede la absolución a Enrique IV.

La conversión de Enrique IV ayudó a establecer la paz, de ahí la frase: ¡París bien vale una misa! ¿Por qué? Porque se habían ganado muchos súbditos católicos, a esto se une la paz interior de Francia, se comienza a trabajar la paz con España a través del Edicto de Nantes y la Paz de Vervins, etc. Todo apuntaba a que en Francia se gestaba una nueva etapa de grandeza.

Entre la marcha histórica de Francia en Europa y el trayecto vital de Vicente de Paúl habrá una similitud, porque ochenta años durará el crecimiento político de Francia y es el mismo tiempo que vivirá Vicente de Paúl.



QUÉ DESOBEDIENTE FUI

Vicente inicia sus estudios en el convento franciscano de Dax, al suroeste de Francia, por el año 1594-1595, según datos biográficos. Quien lo lleva a dicho convento será su papá Juan de Paúl. En consecuencia, se separará radicalmente de su familia.

En el convento franciscano estudia poco tiempo, apenas dos años: cuarto y quinto de primaria al estilo francés. Un padre del convento lo contacta con el señor de Comet, abogado de Dax, Juez de Pouy y amigo de la familia. El señor de Comet se da cuenta de la inteligencia de Vicente ¡había que poner manos a la obra! Este personaje importante será su preceptor, ayudándole a realizar los primeros estudios, con su apoyo moral y medios económicos, orientando así lo que será la futura carrera eclesiástica de Vicente, sin gravamen para la familia De Paúl. Por motivación del mismo señor de Comet, Vicente a los quince años cumplidos, recibe la tonsura y las Ordenes menores (1596) en Bidache, al sur de Francia. Al año siguiente, Vicente ingresa a la universidad. Su padre estaba seguro de la capacidad de su hijo, apuesta todo por él vendiendo un par de bueyes para sostener sus estudios.


INTERMEZZO ESPAÑOL

Vicente de Paúl desarrolla su carrera universitaria (1597?) en dos escenarios diferentes: Toulouse (Francia) y Zaragoza (España). Hay que hacer notar que la mayor parte de sus estudios los realiza en Francia, en Zaragoza será un periodo muy breve. Vamos a ver por qué:

Al parecer hay muchas opiniones al respecto. En Zaragoza dura poco tiempo posiblemente porque había encontrado la Universidad llena de estruendo de las antiguas disputas escolares sobre la ciencia media y los decretos predeterminantes, aunque esta es una hipótesis poco verosímil. Y la otra pudo ser, por la muerte de su padre. Así que en Zaragoza dura poco tiempo, un curso intermedio.

Tampoco sabemos si precedió a los estudios tolosanos o tuvo lugar en un intervalo de lo mismo, solo se sabe que el certificado le acredita 7 años de estudios teológicos por las autoridades académicas de Toulouse en 1604.

Durante sus años de Zaragoza y Toulouse, Vicente hace su ingreso a la juventud, edad de la formación y de la información. Con el tipo de preparación y estudios que recibe en la universidad se enfrentará al mundo y creara su propia ideología y la imagen de sí mismo, adoptando convicciones y puntos de vista que le acompañaran el resto de su vida.


CLASES PARTICULARES

Después de la muerte de su padre en 1598, se le complico la vida de estudiante y tuvo que tomar conciencia y comenzar a valerse por sí mismo, y se valió de estos medios:

  • El establecimiento de un pensionado para colegiales. Vicente entonces, se da la oportunidad de dar clases, a unos treinta kilómetros de Toulouse. Los alumnos de Vicente provenían de familias importantes. Esto se lo comunico a su madre en una carta, aunque dicha carta se perdió. La vida de Vicente como estudiante y profesor era dura, no podía sobrarle mucho tiempo para la preparación de sus clases universitarias.
  • La otra manera más eficiente fue ordenarse lo antes posible para salir de esa situación y encontrar un medio de vida menos trabajoso.

SI YO HUBIERA SABIDO LO QUE ERA EL SACERDOCIO

Las fechas en que Vicente recibe cada una de las órdenes son éstas:

  1. Al parecer, Vicente recibió el subdiaconado y el diaconado los días 19 de septiembre y 19 de diciembre de 1598 con el obispo de Tarbes Salvador Diharse.
  2. Las dimisorias para el sacerdocio le fueron concedidas el 13 de septiembre de 1599 por el vicario general de Dax, Guillermo Massiot y el obispo nuevo Juan Jacobo Dussault.
  3. Vicente aprovecho las vacaciones escolares para recibir la ordenación sacerdotal. Se ordenó de sacerdote el 23 de septiembre del año de 1600 en un lugar lejano tanto de Dax como de Pouy e incluso de Toulouse, la ordenación fue en Périgueux, le concedió el sacerdocio un obispo anciano de aquella diócesis, Francisco de Bourdeille, en la iglesia de san Julián, en su residencia campestre de Chateau I’Eveque y un mes después el obispo muere el 24 de octubre.

Vicente tenía 20 años, aproximadamente, cuando fue ordenado sacerdote, lo que sería un problema para él, porque el Concilio de Trento (1545-1563) para la ordenación sacerdotal, pedía a los candidatos una edad de 24 años, pero estas normas se habían retardado en aplicarse en Francia, lo que ocurrió hasta la Asamblea General del Clero, en 1615, año en que se publicaron. Por tanto, Vicente solo buscaba la ordenación apresurada por necesidad, es decir para tener una seguridad.


TERRIBLE ANIMAL DE VEINTE AÑOS

Vicente a sus veinte años no ha encontrado, ni psicológica ni vitalmente su vocación, para Vicente el sacerdocio no es una vida, sino un medio de vida, ve la carrera eclesiástica como una manera de mejorar.

Su primera misa la celebró en un cerro, en la capilla de la Santísima Virgen situado en el término de Buzet-sur-Tarn, lugar donde funcionó su pensionado. En la eucaristía solo asistió un acólito.

Con la recepción del sacerdocio, Vicente dijo definitivamente adiós a su infancia y a su adolescencia. Se encontraba en el umbral de la juventud, la edad de la información, la edad de la búsqueda, la edad de los proyectos, Vicente entraba en ella con paso decisivo. Había hecho su propia elección. Tenía proyectos elaborados por su propia inspiración, sin preocuparse de averiguar si coincidían o no con los de Dios.

CAPÍTULO III.- PROYECTOS E INFORTUNIOS



El primer proyecto

Apenas había recibido el sacerdocio, cuando Vicente de Paúl parecía conseguir también lo que tanto había deseado: un oficio eclesiástico remunerado. Era el primer proyecto concreto de los varios que elaboraría entre 1600 y 1617. Era joven y debía planear su vida. Todavía no se le había ocurrido contar con Dios para saber a qué había sido llamado. Muy poco después de su ordenación, tal vez aún dentro del mismo año 1600, el vicario general de Dax le nombraba párroco de Tilh, una buena parroquia de la diócesis.

Lo cierto es que aquel primer nombramiento de Vicente iba a ser también su primer fracaso. En contra de su instalación en Tilh se alzaron dos obstáculos: de una parte, el hecho de que el flamante párroco, que continuaba estudiando en Toulouse, no podía observar la residencia, recientemente urgida a todos los párrocos por el obispo en el sínodo diocesano; de otra, el que le surgiera un competidor, un tal Sr. Saint-Soubé, que había obtenido la misma parroquia de la curia romana. Vicente, obligado, si quería conservar la parroquia, a emprender un proceso en forma, hubo de renunciar a ella.


"Me enternecí hasta las lágrimas" en Roma

El terreno era Roma. Allá se trasladó Vicente en el curso del año 1601. "había tenido el honor de ver" al papa Clemente VIII . Ahora bien: Clemente VIII murió en 1605. A precisar más la fecha nos ayuda otra referencia de Vicente. Escribiendo el 20 de julio de 1631 a uno de sus primeros compañeros destacado por entonces en Roma, le dice que él mismo había estado allí " Sobre los motivos del viaje carecemos por completo de información. ¿Fue, acaso, para obtener la dispensa de su ordenación irregular? La conjetura más verosímil es, como ya insinuamos, que emprendiera el viaje con la esperanza de obtener el disputado curato de Tilh.

En la Roma de 1601 se despertó, pues, su devoción al romano pontífice, personificado entonces en Clemente VIII, papa a quien Vicente tuvo siempre por santo,

Entre tanto era necesario situarse: acabar los estudios, encontrar un nuevo beneficio que compensara la pérdida de la parroquia de Tilh, extraer del sacerdocio recién estrenado las ventajas que legítimamente tenía derecho a esperar de él.


Un proyecto "cuya temeridad no me permite nombrar"

De regreso en Toulouse, Vicente reanuda su vida anterior al viaje a Roma y a su ordenación sacerdotal: enseña y estudia. Vicente no sintió nunca una vocación de intelectual puro. Vio en el estudio un medio, no un fin. En 1604, a los veinticuatro años, decide dar por terminada su carrera universitaria.

Vicente vuelve a soñar, y sus sueños son cada vez más ambiciosos. No se trata ahora de una parroquia rural, por muy importante que fuese. Vicente aspira a un obispado.


"Esa miserable carta"
Todo lo que sabemos de la vida de Vicente en los tres años que siguen: 1605, 1606 y 1607, lo debemos a dos cartas suyas escritas el 24 de julio de 1607 y el 28 de febrero de 1608, una desde Aviñón y otra desde Roma.

La autenticidad de las cartas: se conservan los originales, de puño y letra de Vicente,. Ambas están dirigidas al señor de Comet, hermano del antiguo protector de Vicente y continuador suyo en el mecenazgo del joven sacerdote. Del archivo de Comet pasaron al de su yerno, Luis de Saint Martin, señor d'Agès y abogado en la corte presidial de Dax, casado con Catalina de Comet y hermano del canónigo Juan de Saint Martin.

En ese momento entraron en acción otros personajes. El secretario del Santo puso el asunto en conocimiento de los asistentes del superior general de la Misión. Hubo consejo de guerra: era preciso a toda costa salvar aquellas cartas del inminente peligro de destrucción, y para ello evitar que llegaran a manos de su autor. Dieron instrucciones al secretario para que expusiera la situación al canónigo Saint Martin y le pidieron que remitiese las cartas no al Sr. Vicente, sino a una persona de confianza, el P. Watebled, superior entonces de la primitiva casa de la Misión, fuera del alcance de Vicente. El canónigo hizo lo que se le pedía.

Conmovedores acentos que no podían ya conmover al canónigo Saint Martin: las cartas tan ardientemente reclamadas estaban a buen recaudo desde dos años antes en manos del Sr. Almerás, primer asistente y luego sucesor del Santo. Vicente moriría seis meses más tarde sin haber podido echar mano a sus papeles de juventud. Gracias a la piadosa maquinación del secretario, los asistentes y el canónigo se habían salvado para la posteridad.

CAPÍTULO IV.- LA HISTORIA DEL CAUTIVO



Una herencia inesperada

En los primeros meses de 1605, los asuntos de Vicente parecían marchar muy favorablemente. Esa es la primera información que nos facilita la primera carta. Acababa de realizar un corto viaje a Burdeos, cuando a su vuelta a Toulouse se encontró con que una buena anciana de Castres le había dejado en testamento cierta cantidad de tierras y muebles, valorados en unos 400 escudos.

Ni corto ni perezoso, Vicente emprendió en un caballo de alquiler el camino de Castres. En Castres le aguardaba una sorpresa desagradable: el villano había desaparecido rumbo a Marsella, donde, según noticias, vivía a lo grande gracias a la fortuna mal adquirida. Vicente decidió darle alcance.

Llegó a Marsella, hizo encarcelar al fugitivo y llegó con él a un acuerdo: el bribón le pagó 300 escudos contantes y sonantes y Vicente se dio por satisfecho. Inmediatamente se dispuso a regresar a Toulouse. Entonces empezaron los reveses.


El abordaje

Vicente decidió hacer por mar, hasta Narbona, la primera etapa del viaje de vuelta Llegaría antes y con menos gasto. En realidad, "no llegaría nunca y lo perdería todo".

A pocas millas de Marsella, tres bergantines turcos acechaban, junto a las costas de Provenza - era el mes de julio. Eran corsarios berberiscos de la regencia de Túnez, especializados en la captura y venta de esclavos cristianos.

Vicente recibió un flechazo que le serviría de "reloj" el resto de su vida. Los turcos descuartizaron al piloto francés en represalia a sus propias bajas. A los demás tripulantes y viajeros del navío los curaron groseramente y los hicieron cautivos. Con ellos a bordo, prosiguieron su corso durante siete u ocho días, asaltando y saqueando a los barcos que encontraban a su paso. Acaso por ir demasiado cargados, dejaban en libertad a los que se rendían sin combatir. Por fin pusieron rumbo a Berbería. Y llegaron a Túnez.


El mercado de esclavos.

Una vez desembarcados, los prisioneros fueron conducidos al zoco. Se les quitaron sus ropas y se le dio a cada uno un par de calzones, una casaca de lino y un bonete.
Los mercaderes pudieron sondear la gravedad de las heridas, comprobar el apetito de la mercancía, calcular sus fuerzas, apreciar sus andares, examinar su dentadura...


El pescador y el médico: los dos primeros amos

Terminada la exhibición, estipuladas las ventas, empezaron para Vicente dos años de esclavitud relativamente apacible (1605-1607). Primero lo compró un pescador, pero como al nuevo esclavo le molestaba el mar, hubo de deshacerse de él. Vicente fue a parar entonces a manos de un pintoresco personaje: un médico espagírico, alquimista y medio brujo, que se jactaba de fabricar oro a partir de otros metales - no había dado con la piedra filosofal, pero se había aproximado mucho a ello -, de destilar quintas esencias, de conocer remedios para las más variadas enfermedades y hasta de hacer hablar a una cabeza de muerto.

El trabajo de Vicente consistía en mantener encendidos día y noche diez o doce hornos necesarios para las misteriosas cocciones del viejo alquimista. Este era humano y tratable.


De amo en amo: el renegado

La sosegada existencia de Vicente en casa del médico tuvo un brusco final cuando éste fue llamado a Constantinopla por el Gran Turco. Vicente pasó a ser propiedad de un sobrino del médico. Era en agosto de 1606. El médico murió durante el viaje, y su sobrino se deshizo enseguida de Vicente, porque se enteró que un embajador de Francia venía a Túnez con poderes del sultán para liberar a los esclavos franceses.

Su más reciente comprador era un renegado de Niza - o de Annecy -, quien se lo había llevado consigo al interior del país a buen recaudo de las pesquisas del enviado francés, a una finca suya: un "temat" o "to'met", explotado en aparcería con el Gran Señor, propietario teórico de toda la tierra.

El cambio de escenario supuso para el esclavo un cambio de ocupación. Ahora tenía que cavar la tierra bajo el ardiente sol del norte de Africa. Era penoso, pero también gozaba de mayor libertad. El renegado tenía tres mujeres. Dos de ellas mostraron interés y afecto al cautivo. Una era cristiana, greco-cismática; la otra, musulmana.

En libertad

El 28 de junio de 1607, a dos años de la captura de Vicente, desembarcaron en Aguas Muertas. Desde allí se dirigieron a Aviñón.

El vicelegado pontificio en Aviñón (recordemos que la ciudad y territorios adyacentes constituían por entonces un enclave de soberanía papal en territorio francés), Pedro de Montorio, recibió a penitencia al renegado, le prometió facilitarle el ingreso en el convento romano de los Fate ben Fratelli y se encaprichó con el audaz sacerdote de Pouy. Era el quinto protector que se ganaba Vicente (El Sr. de Comet, el Vicario de Dax, su amo el médico-brujo, su otro amo el renegado de Nizy y finalmente, Pedro de Montorio). Pedro de Montorio, le dijo a Vicente que se lo llevaba con él. El se encargaba de procurarle un buen beneficio, el beneficio que Vicente había buscado en vano durante cinco años.


De nuevo en Roma

Por segunda vez en menos de ocho años, Vicente se encontró en Roma. Vivía en casa del monseñor y gozaba de su confianza. Tenía, pues, asegurados la comida y el alojamiento. Aprovechaba el tiempo libre para continuar estudiando en alguna de las universidades romanas. A cambio prestaba al prelado romano servicios de criado y juglar.
Este necesitaba una nueva copia de sus títulos de estudio y letras de ordenación. Las anteriores no eran válidas por no estar autenticadas con la firma y el sello del obispo de Dax. Vicente esperaba que el señor de Comet le hiciera el nuevo favor de interesarse en el asunto. Y firmaba su segunda carta, como la primera, con su apellido, todo junto en una sola palabra: Depaul. El nunca lo escribiría de otro modo, aunque ya los contemporáneos y después toda la bibliografía vicenciana haya acostumbrado separarlo en dos palabras, de Paúl. El detalle, en realidad, carece de importancia.

CAPÍTULO V.- ¿Novela o historia? Un grave problema crítico



Controversia sobre la cautividad de Vicente:

En círculos privados el P. Coste compartía la posibilidad de que la historia del cautiverio no fuera cierta.

Antonio Redier afirma en 1927 “Lo menos que se puede decir es que en ellas (las dos cartas sobre el cautiverio) lo falso está evidentemente mezclado con lo verdadero”.

Pedro Grandchamp pública en 1928 una obra sobre la presencia francesa en Túnez, donde sostiene que es posible “negar con bastante certeza la esclavitud y el viaje a Berbería”

El problema de la veracidad de las cartas de la cautividad comenzó cimentado sobre el asunto de la santidad de Vicente: si las cartas mentían, entonces Vicente fue un pecador juvenil que después de una conversión se convirtió en el santo que conocemos; pero si las cartas decían la verdad, entonces Vicente fue un santo desde toda la vida.

A continuación se encuentra una investigación sobre las diversas tesis en torno al posible cautiverio de San Vicente de Paúl:


Reproches a tal argumentación:

Se pueden señalar dos reproches generales en toda la anterior argumentación:
a) “Es una deformación profesional reducir la realidad histórica a lo que de ella ha quedado escrito”.
b) La gratuidad y falta de pruebas de muchas de las aseveraciones contrarias a las cartas.
Una vez expuestos ambos argumentos, tanto en contra como a favor, de la cautividad de Vicente, cada cual es responsable para tomar postura. Sin embargo, mientras no se pruebe la presencia de Vicente en otro lugar de la geografía francesa o extranjera entre 1605 y 1607, hay que aceptar su afirmación de que en esas fechas estuvo cautivo en Túnez.

CAPITULO VI.- DE ROMA A PARÍS. CAMBIO DE ESCENARIO



Tercer proyecto, tercer fracasó.

Nos encontramos en Roma donde Vicente está embarcado con un tercer proyecto de empleo definitivo, posiblemente un obispado, elaborado por el prelado romano Mons. Montorio, obispo de Nicastro en (1593), vicelegado de Aviñón (1604), nuncio en Colonia en (1621) [1º proyecto: Parroquia de Tilh; 2º proyecto: herencia de la anciana]. Al regreso de la cautividad de Vicente en Túnez, Mons. Montorio se lo lleva a Roma situándolo en su propia casa como una especie de bufón palaciego, para que le enseñara algunos de los trucos que había aprendido mientras estuvo en cautiverio.

Mientras tanto, Vicente espera confiando que el Monseñor cumpliera su palabra de darle algún beneficio. Vicente aprovecha el tiempo, entra en contacto con algunas iniciativas pastorales en Roma:

  • Cofradía de la caridad del hospital del Santo Espíritu.
  • Cofradía parroquial de San Lorenzo en Damaso, iglesia vecina del palacio de los Montorio. En estas cofradías Vicente de Paúl se inspiro para fundar su primera asociación caritativa: las damas de la caridad hoy en día voluntarias vicentinas.
  • Misiones organizadas por el vicelegado para la conversión de los hugonotes.
Vicente continúa aferrado con su propio proyecto y el proyecto que le prometió monseñor, pero los dos se hunden, no se sabe cómo y cuándo fue.


París: “La estancia que aun me queda en esta ciudad”.

A finales de 1608, Vicente hacía su entrada en París. El joven sacerdote entra en París porque le fue encargada por el embajador de Francia ante la santa sede, cardenal d´Ossat, una misión secreta para el rey Enrique IV; era tan delicada que no podía dejar constancia escrita. Sólo verbalmente podía ser tratada.
Vicente entra a la ciudad de París (Francia) no simplemente porque se sintiera atraído por la capital, sino que tuvo fracasos y sólo en la capital pudo estabilizarse económicamente. Él mismo lo expresa con la carta escrita para su madre Beltrana de Moras. “La estancia que aún me queda en esta ciudad para recuperar la ocasión de ascenso (que me han quitado mis desastres), me resulta penosa por impedirme marchar a rendirle los servicios que le debo.”


“Dios sabe la verdad “

Los asuntos de Vicente se habían complicado, pero se complican aún más. Vicente alquiló una habitación a medias con un paisano modesto, el Juez de pueblo de la localidad de Bordelesa de Sore. Un día, Vicente se sintió mal y echo siesta en una cama. El juez que era su compañero, salió muy temprano para atender sus negocios. Vicente mando a traer medicamentos. El joven de la botica llego y busco un vaso en el mueble y encontró la bolsa del juez con unos 400 escudos. El joven, la tentación, no la pudo resistir, mientras seguía trasculcando el mueble tomó la fortuna y después de atender al enfermo salió de prisa para no volver más.

Quien si volvió al poco tiempo fue el juez y echo de menos su dinero. ¿Quién podía haberlo robado? No cabía duda: el falso enfermo que seguía en su cama como si nada, sin embargo, el enfermo aseguraba que no lo había tomado.

El juez era un hombre violento y precipitado corrió a Vicente de su casa, lo acusó de robo, lo difamó ante sus amigos y conocidos, hizo que la autoridad eclesiástica le lanzara un monitorio. Vicente apenas había comenzado a relacionarse con personajes influyentes.

La reacción de Vicente fue ejemplar. Topamos aquí los rasgos anunciadores del temperamento de su santidad, no se le ocurrió tan siquiera desviar las sospechas hacia el joven de la botica. Vicente mansamente se limitó a decir: “Dios sabe la verdad”.

Al cabo de seis años, el culpable fue arrestado por otro delito en Burdeos. Movido por remordimiento el chavo hizo venir a su prisión al juez de Sore y le confesó su falta. Después el juez le escribió a Vicente de Paúl pidiéndole perdón y afirmándole que si no se lo enviaba iría él mismo a París a pedírselo de rodillas, esto no fue necesario, Vicente le cedió el perdón.
Por lo tanto, la conversión de Vicente es un proceso complejo y lento, en el que a lo largo de varios años se encadena una serie de acontecimientos e influencias, de este modo la acusación del robo no es sino el primer eslabón.

CAPÍTULO VII.- Los caminos de conversión


Por los años de juventud (1608-1610) Vicente inicia un proceso de conversión y de respuesta al llamado de Dios. Y no es que San Vicente fuera una persona tan distante de Dios, pero tampoco lo tenía como principio y fundamento de su vida. Aclaremos algunos conceptos y sus momentos fundamentales en la vida de nuestro santo.

Conversión:
El descubrimiento vital de la dimensión religiosa de la existencia.
Una potencia nueva penetra en la vida, y ésta es experimentada como enteramente otra, recibe un fundamento renovado y comienza a ser de nuevo.
La irrupción avasalladora de Dios en lo más íntimo de la propia personalidad.

Vocación:
“Como consecuencia de la irrupción divina, se produce una ruptura con la existencia anterior y una renovación completa del modo de entender el mundo y la propia vida. Surge un nuevo y definitivo proyecto vital.”

“En muchos casos, la conversión se produce simplemente desde una existencia que en su orientación fundamental no contaba de veras con Dios”

1610:
Capellán-limosnero: Entre el 28 de febrero y el 14 de mayo, Vicente consigue el nombramiento de capellán de la ex reina Margarita de Valois.
Vicente de Paúl se pone bajo la dirección espiritual de Pedro de Berulle que quien lo despierta de sus sueños de dorada mediocridad y le asiste en la crisis decisiva de su vida.

Sr. Duval: “siendo un gran doctor de la Sorbona, era más grande todavía por la santidad de su vida”. Consejero indispensable de Vicente hasta 1638, el año de su muerte.


1611-1616

Tiempo de prueba en la fe. Le resultaba imposible hacer actos de fe. Sentía desmoronarse en torno suyo el mundo de creencias y certezas que le había envuelto desde la infancia. Sólo le quedaba, en medio de las tinieblas, la convicción de que todo era una prueba de Dios y de que éste acabaría por compadecerse de él. Redobló la oración y la penitencia… y puso en práctica los medios que creyó más apropiados:

1. Escribir en un papel el símbolo de la fe y ponerlo sobre su corazón. Convino con Dios que cada vez que se llevase la mano al pecho renunciaba a la tentación, aunque no pronunciase una sola palabra.

2. Se entrego a la práctica de la caridad, visitando y consolando a los enfermos del hospital de San Juan de Dios.

La tentación duró tres o cuatro años. Se vio libre de ella cuando, bajo la inspiración de la gracia, tomó la firme e irrevocable resolución de consagrar toda su vida, por amor de Jesucristo, al servicio de los pobres.


20 de octubre de 1611

Vicente hace donación voluntaria y libre al hospital de la Caridad de una suma de 15 000 libras que él había recibido el día anterior del Sr. Juan de La Thane.


2 de mayo de 1612

Vicente toma posesión de la Parroquia de Clichy y se entrega al trabajo con ardoroso celo, atendía espiritualmente a sus feligreses, predicaba con entusiasmo, y lo que es más importante, con capacidad de persuasión; visitaba a los enfermos, consolaba a los afligidos, socorría a los pobres, reprendía a los extraviados, animaba a los pusilánimes.

Clichy es, en cierto sentido, el primer esbozo de la obra total de Vicente. En pequeña escala, en su labor parroquial están ya presentes todos los grandes temas que desarrollará su futura acción misionera: la preocupación evangelizadora de la gente del campo, la movilización de los poderosos a favor de los humildes, la caridad, la formación del clero.
A finales de 1613, Berulle invita a Vicente a dejar Clichy e ingresar como preceptor en una de las familias más ilustres de Francia: Los Gondi.

CAPITULO VIII.- EL descubrimiento de una vocación.



Raza de capitanes

Por órdenes de Bérulle, a finales de 1613, Vicente de Paúl abandona la parroquia de Clichy, para irse a la residencia de los Gondi, en la calle de Petits Champs, en la parroquia de San Eustaquio. Por segunda vez iba a vivir en un palacio, quizá algo menos lujoso que el de la ex reina Margarita.

Los Gondi era una de las principales y grandes familias de París y que estaban conformados por:

1.- Antonio de Gondi: establecido en Francia era banquero de profesión, sus intereses financieros los llevaba en Lyón. Se caso con María Catalina de Pierre Vivi. Sus hijos fueron:
  • Enrique: fue cardenal de Retz.
  • Juan Francisco, primero fue capuchino y luego primer arzobispo de París, duro treinta años.
2.- Alberto de Gondi: llego al puesto de marqués de Belle Isle y de la Islas de Oro, par y mariscal de Francia, general del ejército real, general de las galeras, Gobernador de Provenza, Metz y Nantes. Se caso con Catalina de Clermont. Y sus hijos fueron:
  • La primera hija fue religiosa en la abadía de Poisy.
  • Carlota de Gondi: se quedó viuda a los 20 años y el resto de su vida se consagró a las actividades caritativas religiosas.
  • Carlos: se entrego a las armas y se caso con Antonieta de Orleáns de la casa real de Francia.
  • Felipe Manuel: (el que entra en la vida de San Vicente) fue general de las galeras, marqués de las Islas de Oro. Era un caballero valiente, ingenioso, recto, piadoso; se caso con Margarita de Silly, señora de Folléville. Sus hijos fueron:
  1. Pedro de once años.
  2. Enrique.
  3. Juan Francisco Pablo que fue cardenal de Retz.

3.- Pedro de Gondi, a los treinta y dos años era obispo de Langres, y a los treinta y cinco en París, Francia confesor de Carlos IX.


Vicente de Paúl entra en la casa de Felipe Manuel de Gondi y Margarita de Silly, porque ellos le habían pedido al P. Bérulle un sacerdote para que fuera preceptor de sus hijos. Cuando Vicente entra en casa de los Gondi, en 1613, la fortuna de estos estaba en pleno apogeo.


Lluvia de beneficios

El señor Vicente desempeño sus funciones en silencio porque seguía viviendo la crisis interior. En 1615 padeció una enfermedad de piernas que le obligo a redoblar su retiro y de la que resentirá toda su vida.

Los Gondi lo apreciaron mucho, se lo ganaron definitivamente, acumulándole beneficios:

  • En 1614 le concedieron la parroquia de Gamaches, de la diócesis de Rouen, cuyo derecho de presentación le correspondía al conde de Joigny.
  • En 1615 el cargo de canónigo-tesorero de la iglesia-colegiata de Ecouis en la que también gobernaba Manuel de Gondi. El 27 de mayo del mismo año toma posesión por procurador. Cuatro meses más tarde 18 de septiembre de ese mismo año, Vicente se presenta para prestar juramento de fidelidad y recibir el osculum pacis por sus compañeros.

En 1616, el preceptor de los Gondi era, simultáneamente, párroco de Clichy, abad de San Leonardo de Chaumes, cura de Gamaches, Canónigo y tesorero de Ecouis.

Los ideales de Vicente, de salir de su situación de pobreza, planteados desde su infancia y en su juventud, se estaban logrando. De haberse contentado con ellas, probablemente la vida de Vicente hubiera acabado en este momento para la historia.

De la parroquia de Gamaches no se sabe si en realidad la llego a tomar, el único documento que se conserva es el de la colocación del beneficio. De la abadía de San Leonardo se desprendió en 1616. El de Ecouis se conservan las actas de cabildo, en que le citan para que responda del cumplimiento de la obligación de residencia, punto que amenazaba con arruinar por completo la fundación.

El cargo de capellán le obligaba a acompañar a la familia de los Gondi en sus desplazamientos: en Joigny, Montmirail, Villepreux y otros lugares de sus extensos dominios. Aun estando con los ricos Vicente le daba prioridad a la atención religiosa de los criados y vasallos de sus señores. En la casa instruía a los domésticos, los atendía en sus enfermedades, los consolaba en sus penas, los preparaba en la víspera de las fiestas solemnes, para la recepción de los sacramentos, en el campo conquistaba a los aldeanos, les predicaba los exhortaba a la confesión.

Existe una carta fechada de 1616 en que solicita al vicario general de Sens permiso para absolver de casos reservados, porque algunas personas querían hacer confesión general y le daba pena dejarlos que se fueran sin confesarse.


De capellán a director de conciencia

Los señores de Gondi empezaron a ver a su capellán como un hombre predestinado, verdadero enviado de Dios para la salvación de su familia. La primera en darse cuenta fue Margarita de Silly, era piadosa hasta el punto de preferir que sus hijos fueran antes santos del cielo que grandes señores de la tierra. Antes de que Vicente estuviera dos años en su casa, pensó hacer de él su director de conciencia, ante la resistencia del capellán recurrió a Bérulle y Vicente obedeció una vez más. Suavemente intentaba desprenderla de sí mismo y enseñarle a depender solo de Dios. Aplicándole el remedio que había ensayado en sí mismo, la oriento con firmeza hacia las obras de caridad.

A Manuel de Gondi le habían matado un familiar, quería vengar el honor de la familia retando al asesino, un noble señor de la corte. Vicente lo exhorto terminado la misa, “permita con toda humildad le diga de parte de Dios, al que acabo de mostrarle y al que usted acaba de adorar, que si no se aparte de ese malvado propósito, el descargara su justicia sobre usted y sobre toda su posteridad”. Dicho esto, el capellán se retiró y el señor de Gondi renuncio a su venganza.


Follévile: “Aquél fue el primer sermón de misión”

Un día de enero de 1617 se encontraba Vicente acompañando a la señora de Gondi en Folléville. Desde la cercana localidad de Gannes, a dos leguas de distancia, llega el aviso de que un campesino moribundo quería confesarse, el P. Vicente acudió al enfermo para escuchar su confesión, le invito el padre que su confesión fuera general y éste a su vez inicio a desgranar todos sus pecados. El enfermo sintió alivio, respiro con libertad, si no fuera por esa confesión general el campesino se hubiera condenado eternamente.

La mayoría de la gente pobre estaba viviendo en la misma situación que el campesino, luego entonces, Vicente y la señora de Gondi, en común acuerdo decidieron invitar a la comunidad a realizar una confesión general. En la semana siguiente el Padre Vicente predico en la iglesia de Foléville sobre la confesión general y la manera de hacerla. Este sermón coincidió con la fiesta de la conversión de San Pablo, el 25 de enero, en que Vicente subió al pulpito y lanzo su sermón para la comunidad. La pobre gente acudió en masa a confesarse, Vicente y compañía no se dieron abasto para administrar el sacramento de la confesión, tuvieron que pedir ayuda por parte de los jesuitas de Amiéns.

Con todo este trabajo, Vicente sintió que esa era su misión, aquella para él era obra de Dios: anunciar el evangelio al pobre pueblo campesino, hasta estas alturas no tenía la idea de una fundación, sólo fue un sermón. Pasarían ocho años para la fundación de la Congregación y sus seguidores celebrarían el 25 de enero como la fiesta del nacimiento de la Compañía.

Otro acontecimiento que marco a Vicente fue que, la señora generala de la galeras le contó que cuando ella era muchacha, se fue a confesar con su párroco y se dio cuenta de que éste no le daba la absolución, por lo que recurrió a otro sacerdote para que le escribiera en una hoja la oración de la absolución, para qué se la diera a su párroco cada ves que se confesara. Esa historia le calo a Vicente interiormente porque se dio cuenta de que el clero no estaba suficientemente formado, por lo tanto Vicente se preocupo por la formación general del clero.

CAPÍTULO IX, La primera respuesta, Chatillon-Les-Dombes.



CHATILLON-LES-DOMBES

Desde el 25 de enero de 1617 Vicente ensayaba una respuesta a la voz de Dios. Había descubierto su vocación, y comprendía que no era en la casa de los Gondi donde podría llevarla a cabo.

Berulle envía a Vicente a la parroquia de Chatillon-Les-Dombes que necesitaba un pastor competente y celoso.

En el pueblo había seis capellanes, cuya vida distaba mucho de ser ejemplar: frecuentaban las tabernas y lugares de juego, cobraban por administrar el sacramento de la penitencia, obligaban a los niños a confesarse en público, delante de sus compañeros; algunos de ellos tenían en sus casas mujeres de dudosa fama.

Vicente tenía una gran tarea por realizar. Busco ayuda y la encontró en el doctor en teología y sacerdote de Bresse, Luis Girard.


REFORMANDO EL CLERO

Vicente comenzó por el ejemplo:
  1. Vicente no consintió que ninguna mujer, ni siquiera la cuñada de su anfitrión (Juan Beynier, un joven y acaudalado caballero que además era el principal de los protestantes), entrase bajo ningún pretexto en su habitación.
  2. Él mismo arreglaba su habitación a diario.
  3. Se levantaba a las cinco.
  4. Junto con su compañero hacia media hora de oración.
  5. Celebraba la santa misa.
  6. Visitaba a los feligreses.
  7. Llevaba el cabello corto.
  8. Vestía invariablemente la sotana talar.

El ejemplo acompañado por la palabra fue contagioso.


CONVIRTIENDO HEREJES

Vicente dirigió su celo a protestantes y católicos. Inclusive, el señor Beynier, su anfitrión, cambio de costumbres y luego de religión. Asimismo ocurrió con siete sobrinos de éste. Todos rivalizaron en poner su fortuna al servicio de los desamparados.


LUCHANDO CONTRA LA RELAJACIÓN

A la liturgia bien celebrada, a los cantos cuidadosamente ejecutados, Vicente unió, como en Clichy, como en Folléville, su palabra encendida y elocuente, cargada con la fuerza de una convicción y un amor que desarmaba a los oyentes. Entre otras cosas, San Vicente:

  1. Aprendió el patois regional, el bresano, y pronto pudo hacer en esa lengua el catecismo de los niños.
  2. Predicaba sin descanso.
  3. Pasaba largas horas en el confesionario.
  4. Dedicaba cada día largos espacios de tiempo, mañana y tarde, a visitar a los feligreses en sus domicilios.

ALGUNAS CONVERSIONES

Dos jóvenes damas de la alta sociedad (“la alta sociedad” de aquella comarca remota y provinciana) se habían distinguido por su frivolidad, por sus devaneos. Se llamaban Francisca Baschet de Mayseriat, señora de Chaissagne, y Carlota de Brie, señora de Brunand. No tenían más ocupación que sus bailes, sus festines y sus juegos. Oyeron el primer sermón público del párroco. Su estilo de fuego las conmovió. Le hicieron una visita privada. Vicente les habló con tanta fuerza, con tanta unción que se sintieron ganadas a su causa. Renunciaron a sus diversiones, a su vida placentera y disipada. Se convirtieron en aliadas del párroco.

El conde de Rougemont tenía fama bien ganada de espadachín y pendenciero. El duelo era su pasión dominante. Eran incontables las personas a las que había herido, mutilado o matado. Atraído por la fama de Vicente, fue a visitarle. La palabra del párroco fue para él una espada de doble filo que penetró hasta el fondo de su alma. Su conversión fue tan rápida como sus estocadas, y no menos espectacular. Vendió en 30 000 escudos (90 000 libras) sus tierras de Rougemont y dedico el importe a fundar monasterios y socorrer a los pobres. Quiso desprenderse también de su castillo de Chandée, pero Vicente no se lo permitió. Se desquitó transformándolo en albergue de religiosos y hospital-asilo de enfermos y mendigos, a los que servía con sus propias manos y a los que hacía prestar asistencia espiritual por eclesiásticos mantenidos a sus expensas. “No comprendo –decía- como un cristiano puede poseer nada como propio viendo al Hijo de Dios tan pobre sobre la tierra.”


INVENSIÓN DE LA CARIDAD

Un domingo (acaso el 20 de agosto de 1617), mientras Vicente se revestía para la misa, la señora de Chaissagne entró en la sacristía para decirle que, a las afueras del pueblo, una pobre familia se encontraba en estado de extrema necesidad. Todos estaban enfermos y no tenían a nadie que los asistiera. Carecían a demás de medicinas y alimentos. El buen sacerdote sintió oprimírsele el corazón. En la homilía expuso a los fieles con acentos conmovedores la necesidad de aquella familia.

Vicente llegó y comprobó por sí mismo la extrema necesidad de la pobre gente. Administró los sacramentos a los más graves. Vio también la gran cantidad de socorros que los feligreses habían aportado. Aquel espectáculo despertó sus reflexiones. “Estos pobres enfermos –se dijo- han recibido hoy de golpe provisiones de sobra. Parte de ellas se les estropearán, y mañana se encontrarán en su primitivo estado. Esta caridad no está bien ordenada.” Era necesario organizarla.

El miércoles 23 de agosto, Vicente ponía en marcha su proyecto. Reunía a un grupo de piadosas señoras del pueblo y las animaba a crear una asociación para asistir a los pobres enfermos de la villa. Tres meses más tarde, el 24 de noviembre, el vicario general de Lyón aprobaba oficialmente el reglamento de la asociación, que era erigida en cofradía. Y el 8 de diciembre, fiesta de la Inmaculada Concepción, se procedía a la constitución de la misma en una sesión solemne celebrada en la capilla del hospital, en acto público presenciado por numerosos testigos.

A partir de este acontecimiento Vicente ya no dejaría nunca de lanzar al ejercicio de la caridad a cuantas personas cayeran bajo su liderazgo espiritual.


A estas alturas encontramos a un Vicente que, a los 37 años de edad, alcanza su plena madurez humana. Algo fundamental ha sido utilizar para cada paso la experiencia adquirida en los anteriores.


LA MISIÓN Y LA CARIDAD

“El pobre pueblo del campo se muere de hambre y se condena”. Esta es la frase que resume las dos grandes experiencias de la vida de Vicente: Folléville y Chatillon, la miseria espiritual y la miseria material del pueblo campesino. A ellas responden las dos obras magnas de Vicente, la Misión y la Caridad, que en realidad son una sola, porque la Misión incluye la Caridad y la Caridad incluye la Misión.


LAS SUPLICAS DE LOS GONDI

¿Dónde se había metido el Sr. Vicente? ¿No los habría abandonado para siempre? La intención de Vicente era no volver a su casa, pero los Gondi no lo consentirían con tanta facilidad, así que le bombardearon con cartas, personas y todo cuanto pudieron para que volviera a su lado.

Las palabras de los Gondi eran sumamente suplicantes:

Manuel de Gondi: “teniéndole a mi lado, viviré un día como hombre de bien.”

Margarita de Silly: “Si después de todo me rehúsa, le cargaré ante Dios de todo lo que me suceda y de todo el bien que deje de hacer privada de su ayuda.”

A mediados de diciembre, Vicente se despidió de los fieles de Chatillon, asegurándoles que, al llegar al pueblo, su intención había sido permanecer entre ellos el resto de sus días, pero la voluntad de Dios era otra, y era preciso obedecer.

La semilla sembrada por Vicente sobrevivió a su ausencia y produjo frutos abundantes.

Chatillon, con su nobleza altanera, sus damas “preciosas” y frívolas, su clero inconsciente y ocioso, sus burgueses egoístas, sus campesinos hambrientos e ignorantes, era un microcosmos de la sociedad francesa, de la Iglesia francesa entera, que había que transformar con la levadura de la caridad evangélica.

El 23 de diciembre de 1617, Vicente llegaba a París y al día siguiente entraba, por segunda vez, a la casa de los Gondi. Había sido obligado a volver, no había vuelto por su propia voluntad.

El 31 de enero de 1618 Vicente renuncio al título de párroco de Chatillon por dimisión pura y simple.

CAPITULO X.- El compromiso personal



“¿QUIÉN NOS HA DEDICADO A LAS MISIONES”

Nos ubicamos en los años 1618-1633:

Etapa creadora inspirada por la Providencia y decisiones personales. Se abandona a la gracia, por la cual Dios le hace madurar y dar fruto. Además, Pone en marcha las instituciones a través de las cuales realiza su vocación personal.

a) Chatillón (1617), toma una decisión fundamental: Consagrarse por entero a la salvación de los pobres mediante la fundación de caridades. Cuenta con el apoyo de los señores de Gondi y piden a su vez la cooperación a Vicente para que sea preceptor de sus hijos, apoyado también por el P. Antonio Portail.

b) Pone en movimiento un plan evangelizador por el que se llevará a cabo su acción misionera. Asume tal compromiso de manera personal, pero sabe que no lo podrá llevar solo.

Nota sobre su personalidad: Para muchos, Vicente era un hombre de cortos alcances y de una timidez natural. Sin embargo, se nos va revelando su poder de creación que va de lo particular a lo general. Observamos por tanto un encadenamiento de pequeñas acciones que respondían a necesidades limitadas, pero que se iban haciendo cada vez más complejas. De ahí su convicción: «una grande obra nace de un pequeño acontecimiento». Era la experiencia lo que le ponía en movimiento, y no la imaginación.

Tuvo mucha influencia de su primer maestro, “Berulle”, quien le pedía que «en todo había que someterse a la voluntad de Dios». Esta enseñanza parece alentar la creatividad de Vicente, pero lo que se puede observar que Dios va guiando de una manera nueva su vida: “No adelantarse nunca a la divina Providencia” – será la frase más repetida y que más inunda su nueva conciencia religiosa y humana-.

Lo cierto, es que lleva hasta sus últimas consecuencias su conversión a través de una profunda ascesis, renunciando a impulsos espontáneos a una naturaleza inclinada a los grandes proyectos, como parecen indicar los primeros y accidentados años de su carrera.

c) En los años 1618 y 1625 se entregó a la labor misional y caritativa a título personal, ayudado sólo por compañeros de ocasión, que se asociaban con él para objetivos concretos y determinados. La zona que misionó se limitó a los confines de los Gondi, acompañado por virtuosos eclesiásticos de su tiempo.

Por tierras de los Gondi: misiones y caridades

a) En Gannes – Folléville, en Chatillón: Vicente descubre el abandono espiritual del pueblo campesino: «un pueblo que se condena por no saber las cosas necesarias para la salvación y no confesarse». El objetivo de dichas misiones era «una nueva fundación del cristianismo» (una nueva evangelización».

Llegados a la aldea, Vicente se hacía acompañar de 2 o 3 misioneros. Se tenía una intensa predicación. El tiempo era de 5 a 6 semanas, e incluso 2 meses. Nunca bajaba de 15 días

Horario: Por la mañana, se tenía el sermón de las grandes verdades, virtudes y los pecados más ordinarios. Después de medio día, el catecismo de los niños (no faltando los trucos y juegos). En la tarde, se tenía el catecismo, en la que se explicaba a los adultos los artículos del credo, la oración dominical, los mandamientos de Dios y de la Iglesia, los sacramentos, la oración dominical y la salutación angélica. La misión se clausuraba con una bonita fiesta, incluidas la primeras comuniones, una procesión con el Santísimo donde participaba el clero y el pueblo. La misión perduraba largo tiempo en la memoria de los aldeanos.

Objetivo: No se trataba de cursillos teóricos. Todo el discurso iba dirigido a un cambio de vida, a la conversión, a la confesión general y a la comunión. Para coronar dichos acontecimientos salvíficos de toda vocación cristiana, la fundación de la caridad.

b) Vicente misionó todas las tierras de los Gondi, y en todas ellas fundó la cofradía de la Caridad.

Se han conservado los reglamentos de varias de ellas, además de un Reglamento General, que en época más tardía fijó las líneas maestras a que debían atenerse, con las variantes particulares. En todas resplandece un espíritu práctico, la atención a los detalles, la preocupación por la eficacia, la unión de caridad corporal y caridad espiritual, la ternura para los miserables (cf, p.141; XIII, 417-422).

La cofradías de la Caridad reclutó en un principio mujeres, pero luego se incorporó también a hombres (cf. Folleville en 1620). Las mujeres se encargaban de los pobres enfermos, y los hombres se ocupaban de los sanos (con creación de talleres). Hubo también caridades mixtas, pero su éxito fue relativo.

La señora de Gondi jugó un papel decisivo: arrastrada por el fervor de Vicente, tomaba parte activa en las misiones: en fondos, colaboración persona, organización, solución de problemas. Y sobre todo, en la fundación de caridades. Con todo, ella rehusó cualquier cargo directivo.

“Yo he visto a esas pobres gentes tratadas como bestias”

a) Motivado por Felipe Manuel de Gondi, quien tenía a su carga de general de las galeras, convenció a Vicente para que participara de alguna manera con esa pobre gente que vivía en situación deplorable entre los siglos XVI y XVII. Vicente de Paúl empezó a visitar a los galeotes de París en 1618. El mismo se conmovió del abandono espiritual y miseria en que vivían esos hombres, dejando una profunda huella en su memoria: “Yo he visto a esas pobres gentes tratadas como bestias”. Se cuenta que una vez Vicente habría ocupado por algún tiempo el puesto de un galeote, liberando a éste para que pudiera socorrer a su familia, sin embargo, parece altamente inverosímil. Lo cierto es que Vicente si tomo la iniciativa de construir un hospital, pero el proyecto quedó interrumpido muy pronto por falta de fondos (cf. P. 144). Sin duda, dedicó muchos esfuerzos para atender a los galeotes, involucrando a sus misioneros y a las HC, e incluso visitando el mismo los hospitales donde eran atendidos.

“Cuando fundé la caridad en Macon..”

En 1621 la providencia hizo que pasara por Macon, donde había una gran cantidad de mendigos que constituían una verdadera plaga para la ciudad. Vicente se hizo cargo del problema. La pregunta era: ¿funcionaría en la ciudad lo practicado en una zona rural? Se trataba de organizar la caridad a escala de ciudad y acabar así con la mendicidad y el abandono espiritual y corporal de los pobres. Vicente consiguió atraer a ella a los magistrados de la cidead, al obispo, a los dos cabildos de canónigos, a los concejales del municipio y a los burgueses y comerciantes principales de la villa. La fundación de dos asociaciones de caridad, donde se logró crear un fondo por donativos voluntarios por parte del clero y ciudadanos con recursos. Los pobres eran atendidos, exceptuando aquellos que fueran sorprendidos mendigando durante la semana. A los que fueran capaces de trabajar se les proporcionaba sólo el complemento necesario para suplir la insuficiencia de sus cortos salarios. Con todo, el proyecto funcionó: una mezcla de caridad organizada y policía de buenas costumbres.

La Caridad en Macon, representa un ensayo de remedio de la necesidad a gran escala. Una vez más, Vicente había demostrado su capacidad de despertar buenas voluntades, de aunar esfuerzos, de movilizar fuerzas, de canalizar socorros. Así los expresaba más tarde a Luisa de Marillac: “Cuando fundé la caridad de Macón, todos se reían de mí…y cuando se hizo la cosa, todos derramaban lágrimas de alegría…tuve que marchar a escondidas para evitar los aplausos”.


“Le pedí al Señor que transformara mi carácter”

Vicente no descuidaba su crecimiento personal y espiritual. Bajo la dirección de Bérulle y de Duval, iba a hora a encontrar la tercera gran influencia personal de su vida: Francisco de Sales.

Vicente reconocía tener un “humor negro”, un espíritu duro y agresivo. Cuando terminó la misión de Macón. Los padres del Oratorio, se percataron de las extrañas prácticas de ascesis. A dichas prácticas se tiene noticia de los ejercicios espirituales hechos en Soissons. Todo ello encaminado a su crecimiento humano.
La señora de Gondi había sufrido muy de cerca las explosiones de Vicente, hasta que un día se armó de valor y de cortesía, y advirtió al sacerdote de aquel defecto. Vicente mismo lo relata: “Le pedí a nuestro señor que transformara mi carácter seco y repelente y me concediera un espíritu manso y benigno” (p. 149). Vicente termina transformado en uno de los hombres más afables de su siglo.

CAPITULO XI Nuevos signos de la providencia.



Francisco de Sales, el tercer hombre

En esta época inicial de su entrega a la vocación recién descubierta, Vicente entró en contacto con el tercer hombre cuya influencia marca decisivamente su vida: Francisco de Sales (1567-1622).

Este Obispo de Ginebra llegó a París en noviembre de 1618. El motivo del viaje era a medias religioso y a medias político:

Negociar el matrimonio del príncipe del Piamonte con la infanta Cristina de Francia, hermana de Luis XIII. Hasta septiembre de 1619 no pudo regresar a Saboya. Pero aprovechó bien el tiempo.

Emprendió por cuenta propia otras negociaciones privadas, que dieron como resultado la fundación del primer monasterio parisiense de sus religiosas de la Visitación.

Con este motivo se trasladó también a París la inseparable compañera del santo obispo, la M. Juana Francisca Frémiot de Chantal (1572-1641), llevando consigo el primer grupo de seguidoras.
"Me honré con su familiaridad”

Sin que sepamos porque rumbo, Vicente de Paúl entró en contacto con los dos santos personajes. La familia de los señores de Vicente pertenecía al selecto núcleo de la alta sociedad en que se movía el prestigioso prelado.

Este visitó al general de las galeras en su residencia parisiense Las relaciones entre Francisco de Sales y Vicente asumieron pronto un tono de amistad personal.
Francisco de Sales: famosísimo prelado, pertenecía por nacimiento y educación, a la clase más alta y refinada de la sociedad, no sólo por su jerarquía, sino por su santidad públicamente reconocida, se movía en las más altas esferas de la Iglesia

Vicente de Paúl: oscuro y desconocido sacerdote que era todavía, era un campesino apenas acabado de despojarse de su rusticidad originaria mediante la frecuentación en rango de capellán, es decir, casi de criado, de las mansiones señorial, recién salido de su crisis vocacional, era un principiante en el camino de la virtud y no ostentaba cargo alguno que le elevara en la consideración de sus conocidos.
¿Qué afinidad secreta unió, sin embargo, a aquellos dos hombres tan diferentes? Por parte de Vicente lo sabemos: en Francisco de Sales descubrió lo que había buscado en vano en el Sr. Bérulle: un santo.

Lo cierto es que, en el año escaso que San Francisco de Sales permaneció en París, las relaciones entre ambos se fueron estrechando hasta consolidarse en una familiaridad íntima. En la declaración que diez años más tarde hizo Vicente para el proceso de beatificación


“Nuestro bienaventurado padre"

Ni la marcha de París del Obispo de Ginebra ni su muerte, acaecida en 1622, sofoco en el corazón de Vicente Vivo y muerto, Francisco de Sales continuó siendo su preceptor espiritual. Los libros del santo obispo: Tratado del amor de Dios, Introducción a la vida devota, fueron lectura espiritual permanente de Vicente de Paúl, quien no se agoto de recomendárselo a sus hijos e hijas espirituales.

En cuanto a la Introducción a la vida devota, la recomendaba como lectura y guía de los ejercicios espirituales, como manual de meditaciones y como lectura espiritual:
  • Para las Hijas de la Caridad
  • Cofradías de la Caridad
  • Misioneros de Madagascar
En las cartas y conferencias de Vicente abundan las citas expresas de los escritos salesianos. Más numerosas son aún las referencias implícitas al pensamiento del santo obispo que constituye, sin duda, una de las fuentes de la espiritualidad vicenciana.

Hizo colocar su imagen en la sala de conferencias de San Lázaro, la casa-madre de la Congregación de la Misión; hablándoles a los misioneros o a las Hijas de la Caridad, se refería a él como "nuestro bienaventurado padre.

Cuarenta años después de su primer y único encuentro con él dirigía al papa Alejandro VII una súplica solicitando la pronta beatificación del venerable siervo de Dios.
"¡Qué bueno eres, Dios mío, cuando tan amable es esta criatura vuestra!”

El ejemplo de San Francisco de Sales fue decisivo para la súplica y la resolución formuladas por Vicente en los ejercicios de Soissons. Más aún: él atribuía a la intercesión del santo obispo de Ginebra la gracia de haberse visto libre de su rudeza y melancolía, Francisco de Sales era, además, el enviado de la doctrina de que la santidad es accesible a toda clase de personas de cualquier condición y estado: seglares y religiosos, casados y solteros, hombres y mujeres, ricos y pobres

Tras la muerte de Francisco, la M. Chantal se colocó bajo la guía espiritual de Vicente. Se nos conserva una breve colección de cartas que ejemplarizan el peculiar estilo de esta dirección. Son distintas de otras cartas de Vicente. Su tono es más afectuoso, más impregnado de la dulzura salesiana y al mismo tiempo más solemne, más respetuoso. Se diría que Vicente es, a la vez, maestro y discípulo. No sólo la M. Chantal, sino también sus hijas, las religiosas de la Visitación, fueron colocadas bajo la dirección de Vicente.

Al dejar París, Francisco de Sales necesitaba confiar a algún sacerdote la dirección del monasterio establecido en la capital y de los que pudieran fundarse en el futuro, que llegaron a ser cuatro.

El nombramiento fue extendido en 1622, Vicente conservó el oficio toda su vida, a pesar de que en varias ocasiones intentó dejarlo, para lo cual llegó a practicar una especie de huelga en cierta ocasión. Pero si desempeñó con celo y notable provecho para las religiosas los deberes de su cargo, no intervino en la educación de las nobles alumnas que las religiosas recibían como pupilas en sus conventos.

Otro enviado más importante recibió todavía Vicente de San Francisco de Sales. No obstante más o menos recientes esfuerzos por desmentirlo, puede considerarse probado que la idea original de San Francisco al fundar la Visitación fue la de crear un nuevo tipo de comunidad femenina, no sujeta a la clausura y dedicada, como su nombre indica, a visitar a los enfermos abandonados y otras obras de misericordia. Bajo la influencia conjugada del arzobispo de Lyón y de la Santa Sede, hubo de renunciar a su proyecto primitivo y contentarse con la institución de una orden de clausura más, sometida a la Regla de San Agustín, aunque dotada de una nueva y original espiritualidad. Vicente guardó celosamente las confidencias que sobre el asunto le hiciera San Francisco de Sales y a su tiempo sorteó hábilmente los obstáculos que el Obispo de Ginebra no había podido esquivar. El resultado fueron las Hijas de la Caridad.


"Un globo de fuego"

A Francisco de Sales y a Juana Francisca de Chantal debió Vicente el único fenómeno místico extraordinario que conocemos de su vida. El hecho tuvo lugar en 1641, el mismo día de la muerte de Santa Chantal.

El realista y desconfiado Vicente concluye su testimonio con estas cautelosas palabras:
Lleno el corazón de la sana alegría salesiana y conducida por la dulce y enérgica mano de su amigo del cielo, Vicente se disponía a afrontar las últimas pruebas que le prepararían para su misión en la Iglesia.


La última señal

¿Necesitaba Vicente, a la altura de 1620-1621, alguna señal complementaria de que su destino definitivo era la evangelización de los pobres del campo? A juzgar por lo apasionado de su entrega al trabajo misionero por las tierras de los Gondi, diríase que no. Sin embargo, la Providencia divina le iba a deparar una confirmación inesperada.

Por medio de la señora de Gondi, durante una misión predicada por Vicente en 1620 en la parroquia de Montmirail le invitó a encargarse de la instrucción de tres herejes del lugar que parecían bien dispuestos a la conversión. Durante una semana, los tres hugonotes acudieron diariamente al palacio de los Gondi, donde Vicente dedicaba dos horas a instruirles y resolver sus dificultades. Pronto dos de ellos se declararon convencidos, abjuraron de sus errores y se reintegraron al seno de la Iglesia. El tercero se mostró más rebelde. Era un espíritu autosuficiente, aficionado a dogmatizar y de costumbres un tanto ligeras. Un día formuló una objeción que hirió a Vicente en el centro mismo de sus más vivas preocupaciones.

Los hechos no eran exactamente como los exponía el objetor. Muchos de los sacerdotes de las ciudades iban con frecuencia a predicar y catequizar por los campos; otros empleaban útilmente su tiempo en componer sabios tratados o en cantar las divinas alabanzas; la Iglesia, en fin, no era responsable de los fallos y negligencias de algunos de sus ministros.

El hereje no se dio por vencido, y, en el fondo de su corazón, quizá tampoco Vicente. Demasiado evidente era para él que la ignorancia del pueblo y el escaso celo de los sacerdotes era la gran plaga de la Iglesia que a toda costa era necesario remediar.

Con redoblado interés prosiguió su labor evangelizadora, recorriendo poblados y aldeas. Un año más tarde, en 1621, le tocó el turno a Marchais y a otros pueblecitos de los alrededores de Montmirail. Le acompañaba, como siempre, un puñado de sacerdotes y religiosos amigos, entre los que destacaban los Sres. Blas Féron y Jerónimo Duchesne, ambos de la Sorbona y, andando el tiempo, doctores de la misma y arcedianos, respectivamente, de Chartres y Beauvais.
La última tentación

En 1623, después de la misión en las galeras ancladas en Burdeos tras su brillante intervención en el sitio de La Rochela, Vicente pensó hacer una escapada - la primera al cabo de veintiséis años - a su aldea natal, tan próxima. No lo hizo sin vacilaciones. ¡Había visto a tantos eclesiásticos celosos y abnegados relajarse en su fervor, después de largos años de fecundo apostolado, por el afán de ayudar económicamente a sus familiares! Tenía miedo de que a él le pasara lo mismo.

Vicente fue a Pouy y se detuvo allí unos ocho o diez días. Se hospedó en casa del párroco, Domingo Dusin, que era pariente suyo.

Fiesta local y familiar en el pueblecito. En la iglesia parroquial renovó las promesas del bautismo ante la pila en que había recibido el sacramento de la regeneración.

El último día, rodeado por sus hermanos y amigos y acompañado por casi todo el pueblo, acudió en peregrinación al santuario mariano de Nuestra Señora de Buglose, recién levantado.
Recorrió descalzo la distancia y media que lo separaba de Pouy. ¿No era una bendición divina aquel regreso a los paisajes olvidados de su infancia, aquel volver a hollar los caminos por los que en otro tiempo había seguido, en la solemne soledad del campo, los ganados de su padre?

Parecía conducir otro rebaño: el de aquellos buenos paisanos suyos, sangre de su sangre muchos de ellos, que se le apiñaban alrededor dichosos de haberle recobrado, de tocar con sus manos la sotana del paisano ilustre, ascendido a tan importantes puestos en la lejana capital del reino.

Celebró en el santuario una misa solemne. En la homilía prodigó a sus parientes y vecinos consejos impregnados de ternura familiar y celo apostólico. Les repitió lo que ya les había dicho en conversaciones íntimas: que alejasen de sus corazones el deseo de enriquecerse, que no esperaran nada de él; que, aunque tuviese cofres de oro y plata, no les daría nada, pues los bienes de un eclesiástico pertenecen a Dios y a los pobres.
Al día siguiente, todavía con el sabor de las emociones vividas en la jornada anterior, emprendió la marcha. Entonces le asaltó la tentación. Fueron primero las lágrimas. A medida que se alejaba crecía la congoja de la separación. Volvía la cabeza y lloraba sin poder remediarlo. Todo el camino fue así, llorando sin parar. A las lágrimas sucedieron los razonamientos. Sintió el vehemente deseo de ayudar a sus parientes a mejorar de condición. Ganado por la ternura, les daba a unos esto y a otros aquello. Imaginariamente iba repartiendo lo que tenía y lo que no tenía.
El azaroso camino emprendido seis años antes en Folleville y Chatillon. El proyecto acertado, ¿no era el anterior, el acariciado en los tiempos de Toulouse, de Aviñón, de Marsella, de Roma? Ser un eclesiástico digno, honor de su familia y su país; conducir por el camino del cielo, como ayer por el de Buglose, a las gentes de su raza y su condición; sacar a sus parientes de la pobreza, procurarles una existencia más cómoda, liberarles de la incierta y angustiosa búsqueda del pan cotidiano.

Vicente oía, como Israel después del paso del mar Rojo, como Jesús en el desierto, la insidiosa invitación: "Vuélvete a Egipto", "Haz que estas piedras se conviertan en pan". La tentación era tanto más grave cuanto que se disfrazaba con apariencias de bien. Su vida entera podía haber cambiado de signo en aquel instante. De la respuesta que diera dependía que Vicente se convirtiera en San Vicente de Paúl o en uno de tantos venerables eclesiásticos dignamente conmemorados en los diccionarios biográficos.
El combate, rudo combate, duró tres meses enteros. Cuando los ataques del enemigo remitían un poco, Vicente le pedía a Dios que le librase de la tentación. Insistió hasta conseguirlo. Una vez ganada la batalla, se sintió liberado para siempre. Y pudo adentrarse, sin lazos de carne y sangre, por el camino señalado por Dios. A los pocos días de su regreso a París emprendía una nueva misión en la diócesis de Chartres .

CAPÍTULO XII, Proyectos fundacionales



Vicente proseguía su trabajo de predicador itinerante por pueblos y aldeas, acompañado siempre de ocasionales colaboradores, pertenecientes con frecuencia al estrato más ilustre y celoso del clero parisiense.
La señora de Gondi pensó: “¿por qué no convertía el Sr. Vicente aquel grupo inestable de misioneros en una nueva comunidad, dedicada, bajo su dirección, a la predicación de misiones?

Debido a esta idea y al sustento económico recibido de la señora de Gondi, Vicente la consideró siempre como “nuestra primera fundadora”.

OBSTÁCULOS
Al oír confesiones, ministerio sin el cual la predicación de misiones era inconcebible, Vicente experimentaba frecuentes tentaciones contra la castidad. (Vicente tiene 44 años)
La idea de fundar la Congregación le llenaba de tal alegría y tal sentido de urgencia, que empezó a pensar si procedería realmente de Dios y no sería, más bien, un impulso puramente natural o incluso una sugestión del maligno.

Para estas fechas el director espiritual de Vicente ya es Andrés Duval y es a él a quien pide consejo sobre la idea de la fundación de la Congregación. Habló de la indigencia espiritual de los campesinos, de su ignorancia religiosa, de su hambre del pan de la palabra, de la pavorosa carencia de buenos pastores en las parroquias rurales, de los frutos de las misiones, de las bendiciones que Dios derramaba sobre ellas. Cuando por fin calló y espero tembloroso la respuesta, el señor Duval simplemente dijo: “El siervo que conoce la voluntad del Señor y no la cumple recibirá muchos azotes”.


PREPARATIVOS

7 de febrero de 1624: El Papa le otorgaba a Vicente el priorato de San Nicolás de Grosse-Sauve, en la diócesis de Langres, pero el obispo de Langres, Sebastián Zamet ya lo había concedido a Berulle para la Congregación del Oratorio. Prevaleció la voluntad del obispo amparado por el Rey y el Parlamento de París.

2 de marzo de 1624: Juan Francisco de Gondi, el arzobispo y hermano del general, nombra a Vicente principal y capellán del colegio de Bons Enfants (niños nobles), de la Universidad de París.

Cabe señalar que en el nombramiento de procuradores para Bons Enfants se atribuye por primera vez a Vicente el título de licenciado en derecho canónico. Acababa al parecer de obtenerlo. Por lo visto, en los ratos libres que le dejaban sus correrías apostólicas, sus deberes en casa de los Gondi, la capellanía de las galeras, la dirección de las salesas, encontraba el tiempo necesario para realizar los estudios de la licenciatura en derecho.


SAINT CYRAN

Vicente conoce a Juan Duvergier de Hauranne, abad de Saint Cyran, personaje influyente de la época, gracias a Berulle. Tanto a Vicente como a Saint Cyran les era común el deseo de mejora de la Iglesia. El conocimiento casual e interesado se convirtió en una amistad sólida. Con frecuencia comían juntos.

En el terreno espiritual, Saint Cyran se orientaba cada vez más hacia un rigorismo pesimista, llevando al extremo la doctrina beruliana sobre la nada consustancial de la criatura, mientras Vicente se confiaba cada más al amor misericordioso de Cristo, venido a salvar a los hombres, y cuyo signo mesiánico por excelencia era la evangelización de los pobres.


LUISA DE MARILLAC

A los 44 años encuentra Vicente a esa mujer que será la colaboradora que le ayudara a hacer posible por lo menos la mitad de sus grandes obras caritativas.

Hija de Luis de Marillac, nacida en el intermedio de dos matrimonios de Luis, no fue legitimada nunca.

En su adolescencia Luisa pretendió ingresar en las Capuchinas, pero fue rechazada por razones de salud. Por tanto, sus parientes la casaron con el caballero Antonio Le Gras, uno de los secretarios de la reina madre, María de Médicis. Pronto tuvieron un hijo al que nombraron Miguel.

Su alma privada de verdaderos afectos en la infancia y marcada por la sombra que se cernía sobre sus oscuros orígenes, propendía a la introspección, al escrúpulo y a la angustia.

Al principio, Vicente recibió la dirección de aquella alma atormentada como una carga y una posible rémora para su entrega, ya decidida, a la fundación de la CM. Luisa era algo así como otra Margarita de Silly, pero todavía más pesada. Sin embargo, poco a poco Vicente encontraría en esta mujer a la más indispensable de sus colaboradoras.

CAPÍTULO XIII.- Nace la Congregación de la Misión.




“Se dedicarán por entero al cuidado del pobre pueblo del campo”

1. El 17 de abril de 1625 dan comienzo los trámites que darán inicio a la fundación de la CM. Todavía no se tenía muy en claro el nombre que llevaría: ¿compañía? ¿congregación? ¿cofradía?

2. Motivos y fines: Lo que estaba claro eran los motivos y fines de la obra: atender a las necesidades espirituales del pobre pueblo del campo, por ser los más abandonados.

3. La estructura jurídica: Vicente como director vitalicio, dejando a su cargo la elección de sus colaboradores. Y que a la muerte de este, los restantes miembros elegirían, por mayoría de votos, un nuevo superior.

4. Características: Compromiso de no predicar en ciudades donde hubiese arzobispado, episcopado o presidial; los miembros “se dedicarían por entero al cuidado del pobre pueblo del campo”. Siempre de modo gratuito (solventando los gastos por las rentas de la fundación). Se contaba con un reglamento comunitario donde se trazaban las líneas fundamentales del mismo: vida en común bajo la obediencia a Vicente, trabajando donde les solicitasen. El campo de acción eran las tierras del señor y la señora de Gondi, con la obligación de misionarlas por entero cada 5 años. A cambio de todo ello, los señores de Gondi dotaban a la asociación con un capital social de 45, 000 libras.


“Un perfume que se extingue”

Margarita de Silly (esposa de Felipe de Gondi) muere a los 2 meses de firmar el contrato fundacional ( junio 1625). Desaparecía discreta como una flor que ha dado todo su perfume. Vicente la acompaña y la asiste en sus últimos momentos, y se le pide que nunca abandone sus tesoros más queridos: esposo e hijos. Su misión en casa de los Gondi había terminado, cerrándose un círculo importante de su vida.


“De gentil hombre a clérigo”

Felipe Manuel de Gondi fue enterado del fallecimiento de su esposa por Vicente. Para sorpresa de todos, Felipe toma la resolución de abandonar las cuestiones de guerra y de galeras para abrazar el estado eclesiástico. Ingresó al Oratorio y empezaba a prepararse para recibir las órdenes sagradas. En 1626 sería conocido como el P. Gondi.


“Dejábamos la llave al vecino”

Rotos los lazos que le retenían en el palacio de los Gondi, Vicente se vio libre de dedicar todo su tiempo a las misiones y al desarrollo de la naciente Congregación. Se traslada a Bons Enfants; su único compañero incondicional, el P. Antonio Portail y otro sacerdote a quien se le pagó 50 escudos: “los 3 ibamos a predicar y dar misiones de aldea en aldea…yo no tenía entonces más que un solo sermón, al que le daba mil vueltas: era sobre el temor de Dios”.

Su mayor preocupación era reunir el pequeño grupo de misioneros, para asumir de lleno su compromiso contraído. Tenía para ello un año de plazo.

Era necesario, no sólo predicar misiones «ocasionales«, sino de manera «estable». No faltaron resistencias e incomprensiones: 2 candidatos fallaron a última hora; la situación de salud hizo desistir a otros.

Con la aprobación de la autoridad eclesiástica en 1626 por el arzobispo de París, Juan Francisco de Gondi, y la firma ante notario el 4 de septiembre del acta fundacional de la pequeña congregación, compañía o cofradía. 3 sacerdotes formaban parte de ella: el P. Portail, el P. Francisco Du Coudray y Juan de la Salle. Poco después se incorporaban a la comunidad otros cuatro miembros. La pequeña compañía dejaba de ser algo consignado sólo en papel, y así se hizo una realidad.


“La quema de naves”

Vicente comprendió que había llegado el momento de quemar las naves…(los temores y seguridades)…para darle paso a la Providencia. Por tanto, le era necesario:

  • Desprenderse de sus propiedades personales
  • Renuncia de todos sus bienes paternos
  • Renuncia a bienes de otros géneros
  • La muerte de su madre (antes de 1627).
  • La muerte de Bérulle (su primer maestro y directo1629).
  • La muerte de Margarita de Silly (1625)

Desaparecían los afectos del pasado; empezaban a rodearle los amigos del porvenir.

El contrato fundacional estipulaba que los miembros de la CM debían renunciar a todo cargo o beneficio eclesiástico para pertenecer a ella. Vicente debía ser el primero en cumplir. Sólo quedaba uno pendiente: el de la parroquia de Clichy, cuya titularidad había conservado, y había llegado el momento de desprenderse de ella. También renunciaba al colegio de Bons Enfants, que había recibido a título personal. Pero en la intención del arzobispo de París (Juan Francisco de Gondi), el destino del mismo era servir de domicilio social a la CM. Por eso Vicente, hace recaer en la comunidad la titularidad del colegio. Pero debieron surgir problemas jurídicos, tal vez porque la CM no había recibido aún la aprobación real.


“El miembro más distinguido de mi familia”.

Paralelamente al desprendimiento de bienes materiales se realiza en Vicente un despojo interior. Esto sucede cuando un miembro de la familia se presenta en el Colegio, y siente vergüenza de él por tener aspecto pueblerino. Era la vuelta de los viejos demonios de la adolescencia (cuando se avergonzó de su padre por estar cojo y mal vestido). Sin embargo, se sobrepuso con rapidez: salió corriendo de su habitación y en plena calle lo abrazó y lo besó y lo fue presentando uno a uno de los miembros de la compañía: ¡Aquí tienen al miembro más distinguido de la familia!. El canónigo Saint Martin presenció personalmente el episodio, y es él quien nos lo ha transmitido.

Por fin quedaba definitivamente enterrado el primer Vicente, el de los sueños de grandeza mundana, el del estado eclesiástico entendido como medio de promoción social de su familia. Se encontraba ahora en la otra orilla, con un puñado de jóvenes sacerdotes, quienes le miraban como padre y maestro y que todo lo esperaban de él.

Era una comunidad a la que había que construir desde sus cimientos y labrar las piedras que iban a formarla. La tarea era inmensa. Las dificultades no iban a faltar.

CAPITULO XIV.- La lucha por la consolidación apostólica.



"El medio con que nuestro Señor se ganó y dirigió a los apóstoles”

Las tierras de los Gondi esperaban. Apenas constituida la nueva comunidad, se lanzó al trabajo para el que había sido fundada.
· No menos de 140 misiones se predicaron en Bons Enfants.
ELl número total de sacerdotes no pasó de siete hasta 1631. La ordenación de algunos clérigos admitidos en años anteriores y a la incorporación de un par de sacerdotes más, se elevó a catorce.
· Para los dos equipos de misioneros que podían formarse, ello significa unos doscientos noventa días de trabajo al año.
En Bons Enfants la vida se organizaba.
Reglamento que regulaba los actos comunitarios.
Ø Se dedicaba tiempo a la oración, al estudio, a ejercitarse en la controversia
Ø Se utilizaba un manual muy de moda: el del jesuita belga Martin Bécan. Vicente cuidaba de que el orden del día se observara incluso durante sus ausencias.
Ø Un pequeño carricoche arrastrado por un caballo transportaba incluso las camas portátiles. Los traslados de una a otra localidad se hacían a pie; pero, a medida que se cansaban, los misioneros subían, por turno, al único caballo de que disponían.
Vicente les infundía en sus colaboradores las virtudes más necesarias para la vida en comunidad: La prudencia, la previsión, la mansedumbre. Recomendaba la lucha contra la sensualidad, el egoísmo, la vanidad en las predicaciones. Por eso tenía que limar asperezas, apaciguar pequeños conflictos.

Otras veces era necesario animar, felicitar. Vicente lo hacía con discreción, enseñando al mismo tiempo lo que al aplaudido le faltaba aún por conseguir.


"Creía que las puertas de París se me iban a caer encima”

Pero, sobre todo, le preocupaba comunicar el celo, es decir, la quemazón interior por las almas que se pierden, el ardor infatigable por el trabajo, el hambre y la sed de la gloria de Dios: una obsesión de la que intentaba contagiar a los demás:
· Vicente, por su parte, se sentía devorado por ese fuego, hasta parecerle que no tenía derecho al descanso.
· Para estructurar sólidamente la compañía impulsó a Vicente a proponer una práctica común a la mayoría de las comunidades: la emisión de votos
Sin prisa, pero sin pausa, fue delineando las líneas maestras del nuevo Instituto. A Vicente le importaba mucho dejar bien asentados los cimientos. Simultáneamente fue creando un estilo - un espíritu, decía él, con palabra predilecta de su siglo -,
è fue forjando apóstoles, fue trazando el marco institucional. La Congregación de la Misión es su primera obra y, en cierto sentido, la que servirá de apoyo a todas las demás.


"La depravación del estado eclesiástico es la causa de la ruina de la Iglesia”

El desarrollo de la nueva Congregación iba a abrirle enseguida un nuevo campo de apostolado: los ejercicios a ordenandos.
En los círculos de la reforma católica en que Vicente se movía desde los momentos iníciales de su conversión, la mejora del clero era una preocupación fundamental
La mejora constituía la clave del proyecto tridentino de contrarreforma. Por eso pululaban en los ambientes interesados por aplicar a Francia las líneas de Trento las iniciativas de reforma clerical.
Esta era absolutamente necesaria, como prueban los testimonios contemporáneos sobre la relajación sacerdotal. Las raíces del mal eran tres:
  • En primer lugar el sistema de colación de beneficios, confiada, en buena parte, a patronos laicos, llamáranse Corona, Parlamento o señores feudales.
  • Segundo, la encomienda, que permitía conceder a seglares, incluso niños, la titularidad de abadías, prioratos y hasta obispados; por último, la carencia de centros de formación.
  • El gran número de diócesis vacantes o cuyos pastores no observaban la obligación de la residencia, los escándalos - juego, concubinato, bebida - de numerosos eclesiásticos, la ignorancia generalizada de las ceremonias y ritos litúrgicos y hasta de las verdades elementales de la fe.

El concilio de Trento había propuesto como remedio a tan lamentable estado de cosas la creación en todas las diócesis de seminarios en que los aspirantes al sacerdocio fueran instruidos y educados desde la infancia en las materias necesarias para el ejercicio de las sagradas órdenes.

Pero, como sabemos, los decretos de Trento no fueron aceptados en Francia hasta 1615.

En siglo XVI las asambleas del clero y los concilios provinciales dictaron numerosas disposiciones encaminadas a la rigidez de seminarios y, en general, a la reforma del estado clerical.
Fruto de esa legislación fueron varios seminarios de tipo tridentino. Pero todos ellos llevaron una vida debilitada, y más pronto o más tarde acabaron por cerrarse. En 1624, la situación había mejorado muy poco. Las disposiciones conciliares seguían siendo letra muerta.
En la experiencia religiosa de Vicente de Paúl había estado presente, desde el principio, la deplorable situación espiritual del clero. La no preparación de los sacerdotes se debía el abandono del pueblo. En los tres episodios fundamentales que determinan la vocación de Vicente, esa idea juega un papel decisivo.
  • En casa de los Gondi había sido el confesor que no se sabía la fórmula de la absolución.
  • En Chatillon, los seis capellanes que escandalizaban a los fieles con su conducta desordenada.
  • En Marchais, la acusación del hereje contra una Iglesia que acumulaba en las grandes ciudades miles de sacerdotes ociosos y confiaba el pobre pueblo a pastores indignos, ignorantes de las verdades elementales.
Sus vicios más frecuentes: avaricia y falta de misericordia para con los necesitados, mucho mayores en los eclesiásticos que en los laicos ; afición a la bebida, incontinencia, descuido de la limpieza y el decoro de las iglesias: "Me he sentido lleno de confusión al ver lo que han dicho de la suciedad y del desorden de las iglesias de Francia”. Especialmente duro, y al mismo tiempo revelador por tratarse de un testimonio vivido, es lo que cuenta de los abusos litúrgicos:
Sin adelantarse a la Providencia. Dios le habló, al fin, un día por la boca de un prelado, lo cual le dio más seguridad "que si se lo hubiera revelado por un ángel".


"Los ordenandos, el depósito más rico y más precioso”

Los hechos se produjeron de esta manera:
Con Agustín Potier, obispo de Beauvais ( 1650). Juntos se habían lamentado más de una vez de la triste situación del clero de la diócesis. Vicente había expuesto con claridad su visión del problema: era inútil intentar la reforma de los sacerdotes ancianos, habituados a una larga vida de desorden.
El remedio había que aplicarlo a la raíz: imbuir de espíritu eclesiástico a los aspirantes y negar el acceso a las órdenes a los que no lo poseyeran o fueran incapaces de asumir sus deberes.

A mediados de julio de 1628, Vicente y Mons. Potier viajaban juntos en la carroza del segundo. El obispo parecía dormitar. Los acompañantes guardaron un silencio respetuoso. Pero Potier no dormía. Al cabo de un rato entreabrió los ojos y murmuró:
- He creído encontrar un método breve y eficaz de preparar a los clérigos para las sagradas órdenes: reunirlos unos días en mi casa y hacer que se entreguen a ejercicios de piedad y se instruyan en sus deberes y ministerios.

Vicente cogió al vuelo la sugerencia:
- Ese pensamiento viene de Dios, monseñor. También a mí me parece el medio más adecuado para conseguir que el clero de su diócesis entre poco a poco por el buen camino.
- Pues manos a la obra - dijo el prelado -. Haga un programa, prepare la lista de temas que deben tratarse y vuelva a Beauvais quince o veinte días antes de la ordenación de septiembre para organizar el retiro.
- Así nació la nueva actividad de todavía una mínima Congregación de la Misión: los ejercicios a ordenandos, "el depósito más rico y más precioso que la Iglesia podía poner en nuestras manos", como diría Vicente a sus misioneros.

Los ejercicios a ordenandos eran una especie de cursillo de formación profesional acelerada. En diez o quince días, los aspirantes a las sagradas órdenes, además de practicar los ejercicios espirituales propiamente dichos, recibían una instrucción sumaria sobre las verdades de la fe y la moral y un entrenamiento práctico en los ritos de la misa y la administración de los sacramentos.

Entre tanto, la Iglesia no podía esperar. Mientras el sistema de reclutamiento vocacional siguiese siendo el que era y cada candidato cursase los estudios por su propia cuenta, lo mínimo que podía hacer un obispo era proporcionarles el vigoroso choque de los ejercicios para hacerles reflexionar seriamente sobre su vocación y proporcionarles un mínimo de conocimientos teóricos y prácticos con que hacer frente a sus deberes pastorales. Con el tiempo, los ejercicios a ordenandos se convertirían en el último toque de una larga etapa de formación en el seminario.


"Una cofradía especial llamada de la Caridad”

Todas las misiones se cerraban con la fundación de la cofradía. Bien pronto hubo caridades en todas las poblaciones de las tierras de los Gondi. De allí irradiaron a territorios vecinos. París mismo empezó a tener caridades en 1629.
¬ Las primeras fueron las de San Salvador y San Nicolás de Chardonnet. En 1631 ya eran seis: las dos citadas más las de San Eustaquio, San Benito, San Sulpicio y San Mederico. Poco después se añadían las de San Pablo, San Germán l'Auxerrois y San Andrés, hasta que poco a poco no quedó en toda la capital ni una sola parroquia sin su cofradía correspondiente.
¬ La segunda caridad episcopal en recibir las caridades fue Beauvais. Monseñor Potier, el mismo obispo que había inspirado a San Vicente los ejercicios a ordenandos, le llamó para que estableciera la caridad en la cabecera de su diócesis.
¬ En Beauvais, Vicente repitió, acaso con alguna mayor cautela, el experimento realizado en Mâcon: poner toda una ciudad en estado de caridad. Las precauciones no eran injustificadas.
No estamos documentados sobre los efectos que tuvo la burocrática prosa del representante real. No debieron de ser negativos, pues las caridades de Beauvais siguieron funcionando en las 18 parroquias de la ciudad.


Hace falta una mujer

La creciente difusión de las caridades obligó a Vicente a plantearse el problema de una organización central que
· La coordinación entre sí y velase por el buen espíritu de cada una de ellas.
· En algunas se habían introducido abusos.
· Otras experimentaban dificultades de funcionamiento; acá y allá se había debilitado el entusiasmo primitivo.
· Muchas se sentían la necesidad de instrucciones para hacer frente a dificultades imprevistas.
· Vicente pensó en montar visitas periódicas que reavivasen el entusiasmo y corrigieran los pequeños abusos. Quien mejor podría realizar esas funciones era una mujer. En torno a Vicente se había ido formando un grupo de señoras contagiadas de su ardor caritativo. Vicente recurrió a ellas, y de manera especial a la más adicta y fervorosa: Luisa de Marillac. Pero, ante todo, había que formarla a ella misma. Vicente puso manos a la obra.
Durante los tres años que siguieron, Vicente mantuvo a Luisa en una especie de santa ociosidad, que ella rellenaba con incontables prácticas piadosas. Conservamos la regla de vida que se había impuesto a sí misma en esta época. La más austera regla religiosa no era tan exigente.
  • Diariamente, dos horas de oración mental,
  • Recitación del oficio corto de la Virgen,
  • Misa.
  • Visita al Santísimo,
  • Lectura espiritual,
  • Rosario,
  • Examen de conciencia;
  • todo ello según un horario fijado en el reglamento.
  • Cada hora, al menos cuatro actos de presencia de Dios, acompañados de jaculatorias.
Todas las semanas, lectura de su escrito de 1623, el año de la gran tentación, como recordatorio de la obligación de servir a Dios durante toda su vida.
1mer sábado de cada mes, renovación de los votos y repaso de las demás resoluciones. 4 días por semana, comunión, acompañada de mortificaciones especiales.
Todos los viernes del año, además de los tiempos de adviento y cuaresma. Disciplina tres veces a la semana; penitencia los viernes durante todo el día y las mañanas de los días de comunión. Todos los años, dos semanas de ejercicios espirituales, una en la octava de la Ascensión y otra en Adviento.


"Yo pensaré por los dos”

En principio, Vicente la dejó hacer. Luego, poco a poco, fue tomando las riendas de aquel riguroso noviciado. Las cartas de uno y otra que se nos conservan nos inician en otro de los talentos de Vicente: su arte de dirigir conciencias. Son cartas llenas de afectuoso interés, expresado con palabras cariñosas y hasta tiernas, como quizá no sospechábamos en el severo censurador de los vicios del clero. Era el tono que necesitaba la atribulada viuda Le Gras.
La dirección de Vicente tiende a hacerle superar sus miedos, a colocarla en estado de perfecta indiferencia y confianza en el amor misericordioso de Dios:

Las tribulaciones del pequeño Miguel, que no se encontraba a gusto en San Nicolás, llenaban de inquietud a Luisa. Apenas hay en este período carta de Vicente que no haga alusión al problema.
Luisa necesitaba desprenderse incluso del apego a ciertas prácticas de piedad, que, dado su temperamento meticuloso y propenso al escrúpulo, constituían más un obstáculo que una ayuda en el camino de la perfección. Era indispensable que aprendiera a distinguir entre lo principal, el amor de Dios, y lo accesorio, los actos de devoción. Los consejos de Vicente la encaminan suavemente hacia ese objetivo:

Tampoco las visitas eran siempre fáciles de realizar. En algunas parroquias se tropezaba con la oposición del cura o incluso del obispo diocesano. Vicente trataba de allanar de antemano las dificultades enviando cartas de presentación a los sacerdotes o proveyéndola de una recomendación del P. Gondi cuando se trataba de localidades de sus dominios.
¬ Cada caridad tenia sus propios problemas:
¬ En Villepreux se abandonaba la visita a los enfermos.
¬ En Sannois no se llevaban cuentas.
¬ En Franconville, el procurador se había hecho el amo de la caja y la administraba a su capricho.
¬ En Verneuil, la tesorera era demasiado apegada al dinero; se resistía a recibir nuevos enfermos y daba de alta demasiado pronto a los ya admitidos.
¬ En Bulles, las socias estaban divididas, hasta el punto que las de un bando rehusaban visitar a los pobres en compañía de las del otro.
La visitadora corregía defectos, reprimía abusos, recordaba los puntos del reglamento, elogiaba méritos, animaba, exhortaba, enfervorizaba. Por lo demás, las visitas no tenían carácter meramente administrativo.
Luisa desarrollaba durante ellas una labor directamente caritativa:
  • Visitaba a los pobres,
  • Cuidaba a los enfermos,
  • Repartía limosnas.
  • Enseña el catecismo a las niñas.
  • Reunía y les explicaba las verdades de la fe y los deberes y obligaciones del cristiano, siguiendo un catecismo compuesto por ella misma y que todavía se conserva.


    "¡Qué árbol tan hermoso!”

    La táctica de Vicente dio el fruto apetecido. Un día, Luisa recibió en la oración el impulso interior de consagrarse de por vida al servicio de los pobres. Vicente acogió con júbilo la noticia:A principios de 1633, al cabo de siete años de prueba, Vicente, colaborando la obra de Dios, había logrado convertir a Luisa en un eficaz instrumento de acción caritativa. Apoyándose en ella, iba a acometer la última y, en cierto sentido, la más importante de sus creaciones. El tema merece una consideración reposada. La haremos más adelante.