lunes, 21 de abril de 2008

CAPÍTULO XXXII: El Sr. Vicente, en la corte.



La asistencia a Lorena concentró sobre Vicente de Paúl el foco de la atención pública. Bastante antes de 1643, fecha en que puede darse por terminada la fase fundamental de la ayuda a Lorena, Vicente había entrado en contacto con las tres grandes figuras que concentraban todo el poder de Francia: Richelieu, Luis XIII y Ana de Austria. En cada uno había dejado una huella diferente, en función de los motivos que los habían llevado a encontrarse y de las actividades que le habían visto desarrollar.


"Hace algunos días le decía yo a Su Eminencia"

Probablemente, el primero en tener contacto personal con Vicente fue Richelieu. Ya le vimos interesándose muy pronto por las motivaciones y los objetivos de la conferencia de los martes. Aquella primera entrevista terminó con la redacción de una lista de posibles candidatos al episcopado. Más tarde, bajo la influencia probable de su sobrina la duquesa de Aiguillon, fundó para los misioneros de Vicente la casa de Richelieu. Aunque los indicios sean escasos, puede afirmarse que, entre 1635 y 1642, los encuentros de Vicente y Richelieu debieron de ser frecuentes.

Esos encuentros debieron de generar un cierto grado de confianza mutua. No se explica de otro modo que Vicente tuviera la audacia de abordar al cardenal para dos grabes problemas de estado: la paz internacional al comienzo con la guerra contra España y la propuesta de de ayuda militar a Irlanda hacia 1641 dos demandas aparentemente contradictorias pero que en Vicente responden a la misma motivación intima.

También Richelieu fue confiando cada vez más en Vicente. Nos consta que apreciaba y favorecía sus obras. Aun prescindiendo de la fundación de Richelieu, en 1640 le entregó 700 libras para misas, y en 1642, otras 12.000 para el seminario de Bons Enfants. El cardenal recurrió a Vicente para dos graves negocios de Estado en los que necesitaba el respaldo de personalidades eclesiásticas de prestigio. Tras la muerte de Richelieu, sobrevenida el 4 de diciembre de 1642, no ha dejado huella apreciable en la correspondencia de Vicente. El azar nos ha privado de conocer los sentimientos íntimos de Vicente sobre ese punto.


Al servicio del rey

Las relaciones de Vicente con Luis XIII fueron más raras, pero, en definitiva, más cordiales. Prescindiendo de ocasiones oficiales, la primera entrevista conocida de Vicente con el monarca data del año 1636, cuando el canciller solicitó de Vicente misioneros para el ejército. Dos años más tarde, en 1638, los sacerdotes de las conferencias enviados por Vicente predicaron en Saint Germain en Laye, residencia de la corte, Era la primera vez que Luis XIII veía directamente en acción a los discípulos de Vicente. Su comentario al terminar la misión no pudo ser más elogioso: "Así es como hay que trabajar; lo diré en todas partes". Las distancias entre Vicente y el soberano se acortaron poco a poco. Luis XIII era sincera y profundamente religioso, con religiosidad, quizás, un poco atormentada, como toda su psicología.


"La sagrada persona de la reina"

Mazarino se le acerca a Ana de Austria muy diferente de su marido era muy diferente de su marido. Como una reina cristiana educada en la piedad barroca en que se formaban las princesas de Madrid y Viena; devota, pero no fanática, que sabía compaginar la alegría de vivir con grandes y nobles virtudes. Ana oyó hablar pronto del Sr. Vicente. La hemos visto asistir a los ejercicios de ordenandos predicados por Perrochel y comprometerse a sostener la obra con sus limosnas 22. Parte más activa aún tomó en las obras de caridad. Las damas más piadosas de su séquito pertenecían a la asociación de Vicente.

Una vez más, Vicente descorre el velo de su familiaridad con las interioridades de la vida en palacio. La reina había llegado a tener con él una confianza bastante íntima. Confiaba, sobre todo, en su honradez y en su caridad desinteresada. Tanto que una vez le entregó un diamante valorado en 7.000 libras, y otra, unos pendientes que las damas vendieron en 18.000 27.


"Su Majestad quiso que yo asistiese a su muerte"

Poco después de esa entrevista se produjo la muerte del rey al cabo de una larga enfermedad, cuyos primeros síntomas se manifestaron en el mes de febrero. El más grave era la gran cantidad de sedes episcopales vacantes. El rey quería proveerlas antes de su muerte. Para ello encargó al confesor que, consultando a otras personas ilustradas y devotas, y muy especialmente al Sr. Vicente, le presentase una lista de candidatos.

Una semana más tarde, la enfermedad del rey se agravaba peligrosamente. El día 23 se le administró la extremaunción. Al parecer, la iniciativa partió de la reina, quien se lo propuso a su marido. Este preguntó a su confesor si tenía algún inconveniente. Otra de las cuestiones que preocupaban al monarca era la consolidación del catolicismo en las zonas de infiltración protestante. En el testamento dejó a Vicente 24.000 libras para la fundación de dos misiones anuales en Sedan durante diez años.


"A nadie he visto morir tan cristianamente"

La mejoría del rey fue efímera. El jueves 7 de mayo se produjo un nuevo empeoramiento, que iba a ser ya decisivo. La enfermedad - probablemente, una tisis intestinal - no permitía ninguna esperanza. El día 12, Vicente fue llamado de nuevo a palacio. Ya no lo abandonó hasta después del fatal desenlace. Vicente ha dejado entrever en varias cartas y conferencias los temas de aquellas últimas conversaciones.

La muerte se produjo el 14 de mayo de 1643, a las dos y media de la tarde. Treinta y tres años antes, aquel mismo día había sido asesinado su padre Enrique IV. Vicente se acordaba muy bien. En aquella misma fecha había firmado él el contrato de adquisición de la abadía de San Leonardo de Chaumes.


"Aún quedaba la formidable infantería española"

A los cinco días de la muerte del rey, las tropas francesas obtenían la más resonante de sus victorias en la guerra de los Treinta Años: Rocroi. Si Rocroi no fue quizás, la batalla decisiva que ponderaba la historia tradicional, sí lo fue en el aspecto psicológico. Los franceses se sintieron vencedores; los españoles, derrotadas, a pesar del derroche de heroísmo, que produjo la muerte de 6.000 veteranos, con su general.

Rocroi y la desaparición sucesiva del escenario político europeo, en el espacio de pocos meses, de las grandes figuras rectoras: Richelieu, el condeduque de Olivares (caído en enero del 43), Luis XIII, Urbano VIII (en 1644), señalaban un giro decisivo en la historia de Francia y Europa. También en la vida de Vicente empezaba una nueva época. Al cabo de diez años de irresistible ascensión había alcanzado la etapa de plenitud y predominio.

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