miércoles, 23 de abril de 2008

CAPITULO VI.- DE ROMA A PARÍS. CAMBIO DE ESCENARIO



Tercer proyecto, tercer fracasó.

Nos encontramos en Roma donde Vicente está embarcado con un tercer proyecto de empleo definitivo, posiblemente un obispado, elaborado por el prelado romano Mons. Montorio, obispo de Nicastro en (1593), vicelegado de Aviñón (1604), nuncio en Colonia en (1621) [1º proyecto: Parroquia de Tilh; 2º proyecto: herencia de la anciana]. Al regreso de la cautividad de Vicente en Túnez, Mons. Montorio se lo lleva a Roma situándolo en su propia casa como una especie de bufón palaciego, para que le enseñara algunos de los trucos que había aprendido mientras estuvo en cautiverio.

Mientras tanto, Vicente espera confiando que el Monseñor cumpliera su palabra de darle algún beneficio. Vicente aprovecha el tiempo, entra en contacto con algunas iniciativas pastorales en Roma:

  • Cofradía de la caridad del hospital del Santo Espíritu.
  • Cofradía parroquial de San Lorenzo en Damaso, iglesia vecina del palacio de los Montorio. En estas cofradías Vicente de Paúl se inspiro para fundar su primera asociación caritativa: las damas de la caridad hoy en día voluntarias vicentinas.
  • Misiones organizadas por el vicelegado para la conversión de los hugonotes.
Vicente continúa aferrado con su propio proyecto y el proyecto que le prometió monseñor, pero los dos se hunden, no se sabe cómo y cuándo fue.


París: “La estancia que aun me queda en esta ciudad”.

A finales de 1608, Vicente hacía su entrada en París. El joven sacerdote entra en París porque le fue encargada por el embajador de Francia ante la santa sede, cardenal d´Ossat, una misión secreta para el rey Enrique IV; era tan delicada que no podía dejar constancia escrita. Sólo verbalmente podía ser tratada.
Vicente entra a la ciudad de París (Francia) no simplemente porque se sintiera atraído por la capital, sino que tuvo fracasos y sólo en la capital pudo estabilizarse económicamente. Él mismo lo expresa con la carta escrita para su madre Beltrana de Moras. “La estancia que aún me queda en esta ciudad para recuperar la ocasión de ascenso (que me han quitado mis desastres), me resulta penosa por impedirme marchar a rendirle los servicios que le debo.”


“Dios sabe la verdad “

Los asuntos de Vicente se habían complicado, pero se complican aún más. Vicente alquiló una habitación a medias con un paisano modesto, el Juez de pueblo de la localidad de Bordelesa de Sore. Un día, Vicente se sintió mal y echo siesta en una cama. El juez que era su compañero, salió muy temprano para atender sus negocios. Vicente mando a traer medicamentos. El joven de la botica llego y busco un vaso en el mueble y encontró la bolsa del juez con unos 400 escudos. El joven, la tentación, no la pudo resistir, mientras seguía trasculcando el mueble tomó la fortuna y después de atender al enfermo salió de prisa para no volver más.

Quien si volvió al poco tiempo fue el juez y echo de menos su dinero. ¿Quién podía haberlo robado? No cabía duda: el falso enfermo que seguía en su cama como si nada, sin embargo, el enfermo aseguraba que no lo había tomado.

El juez era un hombre violento y precipitado corrió a Vicente de su casa, lo acusó de robo, lo difamó ante sus amigos y conocidos, hizo que la autoridad eclesiástica le lanzara un monitorio. Vicente apenas había comenzado a relacionarse con personajes influyentes.

La reacción de Vicente fue ejemplar. Topamos aquí los rasgos anunciadores del temperamento de su santidad, no se le ocurrió tan siquiera desviar las sospechas hacia el joven de la botica. Vicente mansamente se limitó a decir: “Dios sabe la verdad”.

Al cabo de seis años, el culpable fue arrestado por otro delito en Burdeos. Movido por remordimiento el chavo hizo venir a su prisión al juez de Sore y le confesó su falta. Después el juez le escribió a Vicente de Paúl pidiéndole perdón y afirmándole que si no se lo enviaba iría él mismo a París a pedírselo de rodillas, esto no fue necesario, Vicente le cedió el perdón.
Por lo tanto, la conversión de Vicente es un proceso complejo y lento, en el que a lo largo de varios años se encadena una serie de acontecimientos e influencias, de este modo la acusación del robo no es sino el primer eslabón.

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