miércoles, 23 de abril de 2008

CAPÍTULO XII, Proyectos fundacionales



Vicente proseguía su trabajo de predicador itinerante por pueblos y aldeas, acompañado siempre de ocasionales colaboradores, pertenecientes con frecuencia al estrato más ilustre y celoso del clero parisiense.
La señora de Gondi pensó: “¿por qué no convertía el Sr. Vicente aquel grupo inestable de misioneros en una nueva comunidad, dedicada, bajo su dirección, a la predicación de misiones?

Debido a esta idea y al sustento económico recibido de la señora de Gondi, Vicente la consideró siempre como “nuestra primera fundadora”.

OBSTÁCULOS
Al oír confesiones, ministerio sin el cual la predicación de misiones era inconcebible, Vicente experimentaba frecuentes tentaciones contra la castidad. (Vicente tiene 44 años)
La idea de fundar la Congregación le llenaba de tal alegría y tal sentido de urgencia, que empezó a pensar si procedería realmente de Dios y no sería, más bien, un impulso puramente natural o incluso una sugestión del maligno.

Para estas fechas el director espiritual de Vicente ya es Andrés Duval y es a él a quien pide consejo sobre la idea de la fundación de la Congregación. Habló de la indigencia espiritual de los campesinos, de su ignorancia religiosa, de su hambre del pan de la palabra, de la pavorosa carencia de buenos pastores en las parroquias rurales, de los frutos de las misiones, de las bendiciones que Dios derramaba sobre ellas. Cuando por fin calló y espero tembloroso la respuesta, el señor Duval simplemente dijo: “El siervo que conoce la voluntad del Señor y no la cumple recibirá muchos azotes”.


PREPARATIVOS

7 de febrero de 1624: El Papa le otorgaba a Vicente el priorato de San Nicolás de Grosse-Sauve, en la diócesis de Langres, pero el obispo de Langres, Sebastián Zamet ya lo había concedido a Berulle para la Congregación del Oratorio. Prevaleció la voluntad del obispo amparado por el Rey y el Parlamento de París.

2 de marzo de 1624: Juan Francisco de Gondi, el arzobispo y hermano del general, nombra a Vicente principal y capellán del colegio de Bons Enfants (niños nobles), de la Universidad de París.

Cabe señalar que en el nombramiento de procuradores para Bons Enfants se atribuye por primera vez a Vicente el título de licenciado en derecho canónico. Acababa al parecer de obtenerlo. Por lo visto, en los ratos libres que le dejaban sus correrías apostólicas, sus deberes en casa de los Gondi, la capellanía de las galeras, la dirección de las salesas, encontraba el tiempo necesario para realizar los estudios de la licenciatura en derecho.


SAINT CYRAN

Vicente conoce a Juan Duvergier de Hauranne, abad de Saint Cyran, personaje influyente de la época, gracias a Berulle. Tanto a Vicente como a Saint Cyran les era común el deseo de mejora de la Iglesia. El conocimiento casual e interesado se convirtió en una amistad sólida. Con frecuencia comían juntos.

En el terreno espiritual, Saint Cyran se orientaba cada vez más hacia un rigorismo pesimista, llevando al extremo la doctrina beruliana sobre la nada consustancial de la criatura, mientras Vicente se confiaba cada más al amor misericordioso de Cristo, venido a salvar a los hombres, y cuyo signo mesiánico por excelencia era la evangelización de los pobres.


LUISA DE MARILLAC

A los 44 años encuentra Vicente a esa mujer que será la colaboradora que le ayudara a hacer posible por lo menos la mitad de sus grandes obras caritativas.

Hija de Luis de Marillac, nacida en el intermedio de dos matrimonios de Luis, no fue legitimada nunca.

En su adolescencia Luisa pretendió ingresar en las Capuchinas, pero fue rechazada por razones de salud. Por tanto, sus parientes la casaron con el caballero Antonio Le Gras, uno de los secretarios de la reina madre, María de Médicis. Pronto tuvieron un hijo al que nombraron Miguel.

Su alma privada de verdaderos afectos en la infancia y marcada por la sombra que se cernía sobre sus oscuros orígenes, propendía a la introspección, al escrúpulo y a la angustia.

Al principio, Vicente recibió la dirección de aquella alma atormentada como una carga y una posible rémora para su entrega, ya decidida, a la fundación de la CM. Luisa era algo así como otra Margarita de Silly, pero todavía más pesada. Sin embargo, poco a poco Vicente encontraría en esta mujer a la más indispensable de sus colaboradoras.

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